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La aventura más aventura!

No estaba dentro de mis principales sueños tener hijos ni ser una súper mamá. Lo daba por descontado; en la representación de mujer que tenía, ser mamá era parte del combo. Mis mujeres de la familia me lo enseñaron, aquellas que estuvieron y están detrás de mí, también las que caminan a mi lado, hermanas felices y de muchos hijos. La pregunta más común entre las mías es: “¿no vas a tener más hijos?” (con cara de sorpresa). En el ADN familiar la maternidad era y es natural e incuestionable, un regalo a disfrutar.

Siempre fui medio soñadora, buscadora, viajera de alma aunque no me moviera, de pensamientos erráticos e inquietos, un poco cuestionadora de lo instalado; siempre sentí ganas de ver mucho, de aprender, de desaprender aquellas cosas que sentía no servían, de conocer gente de otros lados, de “abrir un poco la cancha” -y la mirada de las cosas-.

Y como buena seguidora de su tribu y confiando en el fluir de la vida, encontré a un compañero con quien soñar, y también engendrar, para tranquilidad del “clan”. Y así fue como no abandoné mis sueños -ni mis formas- y fui mamá (por ahora solo de dos, a pesar de mi mamá, que cada vez que hablamos por teléfono me pregunta para cuándo el tercero). Y en ese nuevo rol de madre, me encontré con otro viaje, otra aventura, diferente, la más desafiante quizás, la de ser mamá.

Con la llegada de Juanfe, el primero de mis niños, me di cuenta que tener hijos no significa postergar tus sueños, sino enriquecerlos sumándolos a ellos en tus búsquedas. Tener hijos no significa quedarte inmóvil, puede ser en cambio una gran oportunidad para visitar tu infancia y reencontrarte con tu esencia. Tener hijos no te lleva a abandonarte, sino muy por el contrario te invita a crecer y a mejorar para ser el mejor espejo posible -siempre hay moros en la costa imitando cada movimiento-. Tener hijos no significa transformarte en una histérica, en cambio, puede ser el incentivo ideal para aprender a autorregularse y controlar reacciones que no habíamos logrado jamás.

Tener hijos te despierta, te exige, te hace salir de tu zona de confot para enfrentarte a tus fortalezas, y a tus miserias. Tener hijos te desafía, te desequilibra por momentos, para enderezarte de golpe ante lo inesperado. Tener hijos te cambia el cerebro -literal-, hay estudios que confirman que con la maternidad/paternidad estamos más abiertos a absorber, a aprender, a empatizar. Tener hijos te quita tiempo para la gimnasia y el relax, pero te da un mundo infinito de posibilidades para florecer, desplegar, y descubrir las maravillas de la vida…

Por Federica Cash

1 comentario

  1. Tania says

    Siempre tan «de la raíz» contadas tus experiencias….. Me emocionan!!!
    Espero siempre sus publicaciones….
    Besos….:)

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  2. Lorena says

    Cómo me ha gustado todo lo que has escrito, con sentimiento y muy cierto cuanto nos enseñan los hijos!!!

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