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Ahogamiento infantil, un mapa en rojo y 100% evitable

Guadalupe Herraiz es instructora de natación infantil. Como muchas veces sucede con los “llamados” vocacionales, lo de ella fue impulsado por una experiencia personal que la tocó fuerte.

Hace 8 años es instructora especializada en la metodología Infant Swimming Resource (ISR), un método preventivo de auto rescate acuático para chicos de entre 11 meses y seis años, que ha salvado miles de vidas. Fue la primera instructora del país, especializada en el método.

Desde el 2015 dirige la Escuela de Natación Segura en la que formó a miles de familias en la educación acuática y en su vínculo con grandes volúmenes de agua. A semanas de que comience el verano, estación que invita a frecuentar piscinas y playas, conversamos con ella para conocer y acercarles algunas herramientas para prevenir ahogamientos.

Primero me gustaría saber qué problemáticas viste en el entorno que te impulsaron a formarte para combatir el ahogamiento infantil…

Hace 15 años, un 31 de diciembre, el hijo de una amiga se cayó a una piscina. Estaban todos en la casa cerca de la piscina y nadie escuchó cuando se hundió. Cuando me enteré, no lo podía creer. Benicio quedó con secuelas irreversibles para toda la vida, actualmente tiene 19 años. Eso que le pasó a mi amiga me dejó marcada, me llamó la atención, algo se prendió adentro mío que cambió el rumbo de mi vida. Cuando me enteré de este método que ayuda a los niños a salvarse, dejé todo y me preparé.

Llegué al ISR averiguando, me enteré que había una instructora en Rosario, Argentina, que se dedicaba a enseñarlo, y luego de verificar con el Ministerio de Salud Pública que el ahogamiento era la primera causa de mortalidad infantil externa en niños menores de cuatro años y la segunda en niños de entre cinco y nueve años, no tuve dudas y me especialicé en el tema. Aprendí cómo se relacionan los niños con el agua, entendí las falsas creencias que tenemos, empecé a darme cuenta de la mala praxis existente, vi un mapa en rojo y decidí meterme de lleno para evitar los ahogamientos. Esta realidad me movilizó de verdad y decidí tocar las puertas del Palacio Legislativo.

¿Y qué pasó allí?

Me recibió Pablo Abdala, le presenté mi inquietud, le mostré todo lo que había investigado en ese tiempo y le manifesté mi preocupación por tomar la problemática como una política de Estado. Junto a él, desarrollamos un proyecto al que luego se sumó Cristina Lustemberg -una médica pediatra que hace mucho trabaja por bajar las estadísticas de mortalidad infantil-, y los tres juntos defendimos la idea ante la comisión de salud de la cámara de diputados. Logramos algo histórico: que una ciudadana, junto a miembros de partidos diferentes, presenten en conjunto una solución para luchar contra estas muertes que son 100% evitables.

¿Qué dice la ley?

La ley explica lo que es el ahogamiento de acuerdo a los datos otorgados por la OMS (Organización Mundial de la Salud), confirma que es un tema a tratar por políticas de Estado y determina la obligatoriedad por parte del MSP de crear un programa de prevención integral que abarque el tema. Se debe llamar a todos los entes para que trabajen en esta línea. “Nademos por los niños”, es una asociación civil sin fines de lucro que llevo adelante que trabaja por la educación de esta temática en contextos vulnerables.

¿Cómo podemos evitar estas muertes?

Las barreras de prevención de ahogamiento son tres.

  1.  La presencia del adulto. Es la que más falla. Las personas no saben que el ahogamiento se produce nada más que en 21 segundos, las neuronas básicas del cuerpo de un niño empiezan a morirse en este tiempo y son irrecuperables, fue lo que le pasó al hijo de mi amiga, el proceso es silencioso y sucede en pocos centímetros de agua, apenas hacen falta 15 centímetros para que el niño empiece a morirse ahogado.
  2. Los cercos perimetrales.
  3. La supervivencia acuática. Los niños menores de cinco años aprenden a través de la práctica, en el ensayo y en el error. Por lo tanto, los dispositivos de flotación que son en los que se descansa todo el mundo, son nefastos, porque el niño cree que flota cuando en realidad no lo hace. El niño menor de cinco no aprende a través del razonamiento. Aunque vos le des consignas verbales, él no aprende así. El niño no se da cuenta que flota gracias a los flotadores, por lo que perfectamente se puede tirar distraído sin ellos. Es lo mismo que darle un revolver sin balas para jugar, ¿lo hacemos? No. Tampoco les damos cuchillos sin filo para jugar… Entonces ¿por qué los ponemos en una piscina con alitas en grandes volúmenes de agua?

¿Cómo les enseñás entonces a flotar?

A través de mi tacto activo terminaciones nerviosas en el cuerpo del niño que hace que éste logre conquistar el aire de forma exitosa. Es lo más parecido a aprender a andar en bicicleta. Para que lo logre, no le decís “mové el posterior y después el cuádriceps de la pierna opuesta”, lo aprende a través del ensayo y el error; así el niño va adquiriendo comportamientos motrices, que hace que logre un equilibrio que le permita andar en bicicleta. Este equilibrio se apaga si una vez que el niño aprendió a andar sin rueditas, por aprehensión personal, le colocamos las rueditas otra vez. Todo eso que se había despertado a nivel nervioso en la musculatura se apaga porque no tiene necesidad de encenderse. Con el agua pasa algo parecido, si cuando empiezan a aprender a flotar les ponemos flotadores porque es más cómodo para nosotros, hacemos que el niño no genere la reacción, de hecho, la borre. Además, los dispositivos generan una postura vertical, al niño de mi amiga lo encontraron parado en el fondo de la piscina, sin embargo, para nadar y flotar se necesita una postura horizontal. 

Por Federica Cash

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