Lactancia, una experiencia de apego seguro
*Nota especial para Medicina Personalizada (MP) Así como las plantas necesitan sol, agua y tierra fértil para crecer y florecer, nosotros, los seres humanos, también precisamos de ciertas condiciones para desplegarnos y abrirnos a la vida con salud. En la panza de mamá, todo es perfecto. No hay que pedir comida, abrigo, contención, todo está ahí a disposición. La temperatura es la indicada, el entorno es inmejorable, la comida llega cuando la deseamos y mamá está siempre con nosotros, la sentimos a través de su voz, de su corazón y de todo lo que siente. La panza de mamá es un paraíso para el desarrollo del bebé y, gran parte de nuestra tarea como cuidadores, es la de generar condiciones adecuadas que acompañen la transición de salir al mundo exterior; brindando, al igual que en la panza, calor, seguridad, alimento y contención. El vínculo con nuestro bebé comienza desde la gestación, y cuando nace, nuestras capacidades instintivas e intuitivas se ponen a jugar. De a poco, aprendemos a leer sus gestos, sus llantos, sus gorjeos, …
