Embarazo
Comments 2

El Parto… minuto a minuto

Mis fechas probables de parto eran dos; 8 de febrero, según el primer ginecólogo, y 15 de febrero, según el segundo (por qué cambié es material para otro relato). Pasó el 15, el 16, el 17. El 18 salí a caminar.

A las 22 hs. estaba en el supermercado comprando una picada para acompañar a mi novio a ver el partido de Peñarol. Una forma de recompensarlo, dado que por mi inminente parto, no iba al estadio.

Pasó el partido, empezó una película, y otra y eran las 4 de la mañana y seguía tirada en un colchón en el estar de casa, acondicionado para el posible trabajo de parto esa noche, o la siguiente…. Si no, me inducían a los dos días, estaba de 41 semanas.

Esa noche, sobre las 5 de la mañana, mientras miraba cómo Brad Pitt se hacía el italiano ante el General Nazi en Bastardos sin gloria, me encontré acostada, refregándome contra el colchón, con un dolor que de a poco se empezó a poner más fuerte. Cada vez más. Se hacía difícil encontrar una posición cómoda y relajada. Subí y me tiré en la cama; la intensidad aumentaba. Agarré una toalla, la arrollé, me mordí, tomé la almohada. Acostada, levantaba las piernas,  Marcelo me agarraba los pies, pero ninguna posición me aliviaba.

La revolución se manifestó de varias formas, hasta con vómitos. En la búsqueda instintiva de alivio, se me ocurrió que una ducha tibia podía ayudar y allí fui, una, dos tres duchas…. A esa altura, serían las 7 de la mañana, decidimos llamar a Pao, la doula. Llamó Marcelo, yo no tenía la capacidad de tener ningún tipo de conversación. “Tomás una lapicera y una libretita y anotá con palitos cada vez que tenga una contracción y a la hora me llamás, si son más de 18 voy para ahí.  A la hora y media había anotado 25 palitos. El trabajo de parto había empezado.

La “posición de comodidad” de las clases de parto no aparecía. La pelota no me servía porque me contraía el abdomen, cuando mi cuerpo me pedía que lo estirara. Inspiraba y exhalaba, inspiraba y exhalaba al ritmo de la contracción, procurando no perder la concentración ni el control; no desesperar. Cuando llegó Pao me colgué de sus hombros y entre lamentos le decía “no puedo, no puedo” y ella, “sos una genia, sos una genia”…¡Las palabras de aliento, SIEMPRE sirven!

Entre Paola y Marcelo apagaron la tele, bajaron la luz, pusieron música instrumental y generaron un ambiente más cálido para seguir. Las contracciones eran cada vez más intensas. En un atisbo mínimo de lucidez empecé a gritar con todas mis fuerzas, sin parar. Paola, me dirigía y me sugería que lo convierta en sílabas: OOOOOHHHHHHH, AHHHHHHH, OOHHHHHHH, AHHHHHHH ¡Parecía loca! y como un mantra repetía: “DIOS AYUDAME, YA PASA, YA PASA, SALVA AYUDAME, YA PASA, YA PASA, YA PASA”. Esa fue mi reacción más instintiva y según me contó Pao, la nuestra no es una cultura en la que se usa el mantra y la vocalización como forma de alivio, por un tema más de represión, pero en otras culturas es muy común, muy útil y se enseña.

Durante las contracciones gritaba como un animal y entre una y otra, para descansar, me adormecía, me sentía somnolienta, algo parecido al desmayo. Mientras mi novio me acariciaba la cabeza y me ponía pañitos de agua fría en la frente, Pao presionaba los “puntos del dolor” en la mano.

Como me habían dicho que las primerizas demorábamos entre 10 y 15 horas para parir, en mi ignorancia de parturienta novata pensé que me faltaban 6 horas más de la tortura que estaba viviendo. Y así esperé y aguanté hasta que en un momento, decidí enfrentar el pánico que me generaba subirme al auto y dije “¡vamos!”. Pero antes me fui a dar la última ducha. Las contracciones eran desesperantes. Mi novio y Pao me sostenían mientras yo con la mirada perdida, al borde del desmayo, sentía que me entregaba, que la situación me sobrepasaba. “Ya se viene Salvador, falta poquito”, me decía Pao, pero el hecho era que me sentía morir. En eso, agarro la toalla para secarme y mi novio ve un charco de sangre en el piso. Pálido y en shock se la mostró a Pao que dijo “está todo bien…vamos”. Así fue que entre cuasi-desmayos y gritos “animálicos” rumbeamos a Impasa por Avenida Italia.

Llegamos. Camilla, sala de emergencia, tacto, “estás de 9 y medio de dilatación, NO PUJES!!!” Estábamos a tres pisos de la sala de parto. Ese pronóstico fue como una bocanada de aire fresco… me faltaba poco, media hora, 45 minutos quizás, pero poco. Pensaba que podía, un poquito más, un poquito más y ya se terminaba. Parecía un capítulo de E.R.

11:10 salimos de casa. 11:33, llegamos al sanatorio. 11:43 entramos en sala de parto. Un pujo, otro, más fuerte, “se le ven los pelos de la cabeza, un poco más, vamos, vamos otra vez”. Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh tan fuerte, tan intenso, tan animal, tan extremo…

VI TODO NEGRO.

Y BLUP… «está la cabeza, falta el cuerpo, más, más» ahhhhhhhhhhhh y

BLUP… BLUP…

SILENCIO.

LLANTO

UUUFFFFF

11:59 Nació Salvador.

Yo descansaba. Lo escuchaba y miraba con placer sublime cómo mi novio y las enfermeras lo agarraban y manipulaban. Confiaba en ellos. Confiaba en la vida. Sabía que estaba todo bien. No había más dolor. No me caían lágrimas. No era intensidad o emoción lo que vivía. Era todo eso y más que eso. Era paz. Era un GRACIAS. Era un MILAGRO.

Fue la experiencia más fuerte física, psíquica y espiritual que jamás viví.

Nació Salvador, con parto natural y sin Epidural…y sentí …que volví a nacer.

Duele…pero se puede…¡y es divino!

Salva 1 Salva 4 madre e hijo

Por Jujy Fabini

2 Comments

  1. Teresita Cuenca says

    Hermoso tu relato .no puedo creer que grande que estas .siempre me acuerdo de esa niña corriendo..saltando y lo mejor disfrutando Un abrazo

    Me gusta

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s