Mamá Real invitada: Florencia Scasso
Escuché más de una vez calificar a las mujeres de bipolares. Me permito discrepar con este tipo de comentarios -sin entrar en el significado del verdadero trastorno de bipolaridad que es un tema bastante delicado-, y me voy a basar simplemente en la definición del diccionario. Bipolar es lo que tiene dos polos.
Y si de algo estoy segura, es que la mujer por sí sola no es bipolar (¡no estamos tan locas!), pero puede ser que algunas circunstancias de la vida nos conviertan en tales. Concretamente, lo que en base a mi experiencia –y de la observación de conductas de amigas- comprobé, es que la bipolaridad de la mujer nace o se potencia con la maternidad.
Llega el bebé, la mujer se convierte en mamá y empiezan a suceder hechos extraños…
Esa mujer que gestó al bebé durante nueve meses, que ansiaba conocerlo desde que vio las dos rayitas en la prueba casera, que tachaba los días para verle la carita a su verdadero amor y los últimos meses pedía a gritos que se lo sacaran porque su cuerpo no resistía más… hoy lo tiene en brazos y lo quiere de nuevo en la panza porque lo extraña adentro.
Esa misma mamá, que desborda de felicidad, que jamás pensó que sería capaz de amar a alguien como ama a su hijo… ¡llora! Y lo que es peor, llora de angustia a pesar de sentirse la mujer más afortunada del mundo.
Quiere a su hijo más que a nadie en el mundo, lo protege más de lo que la naturaleza le permite… Pero el bebé llora sin consuelo de madrugada y ella siente unas ganas incontrolables y desconocidas de tirarlo por la ventana.
Lo mismo se aplica para los berrinches; es capaz de hacer cualquier cosa por su hijo, haría lo que fuera por no verlo sufrir… Pero ante una rabieta jura que lo va a ahorcar si no se calla.
Esa madre hace también otro tipo de cosas inexplicables…
Odia más que a nada en el mundo ver a su niño colgado de la televisión, mirándola con su mejor cara de pasmado, sin prestar atención a nada de lo que sucede a su alrededor… Pero se enloquece de alegría al oírlo gritar «Fito va ya» (al infinito y más allá) como su personaje preferido de la película.
Es además la principal defensora de su pequeño; le resulta violento oír a su padre rezongándolo… Pero el tono rabioso con el que ella le grita por quincuagésima vez «tomá la lecheeeeeeeee» no lo percibe como agresivo.
Si tengo que buscar culpables de este comportamiento, les aseguro que no somos las mamás las únicas responsables; son ellos. Los hijos sacan lo mejor y lo peor de nosotras, convirtiéndonos de esta manera en personas con apariencia bipolar.
Y no es una desventaja, es nuestro don, …que nos tilden como quieran. Porque al final, somos nosotras las que después de un día agotador llevamos a dormir a los demonios y los transformamos automáticamente en angelitos cuando concilian el sueño. ¡Y qué ganas nos dan de despertarlos! Pero… ¡pobre de ellos si no siguen durmiendo!