Sobre el arte de educar y una maestra especial
Desde niña supo que quería ser maestra. Vivió su infancia con su familia en el Prado Chico, cerca del arroyo Miguelete, y el llamado le llegó en voz de un vecino, que necesitaba que le enseñara a su hijo a sumar y restar. “El tambo de este señor estaba a media cuadra de casa y una vez que acepté, empecé a ir tres veces por semana; me pagaba con medio litro de leche al pie de la vaca. Fue así que definí mi vocación, a los 14 años”, recuerda Graciela Genta. ¿Qué es la vocación? le pregunto a esta señora mientras su nieta Jazmín nos espía desde una escalera de la casa. Es domingo, mediodía, y Graciela cumple 83 años. La familia está reunida y el fuego prendido; nos están por llamar para comer pero ella habla entusiasmada. “Es una voz interior que en mi caso me decía que tenía que ser maestra y nada más que maestra”, explica. Y aunque no se da cuenta, se pone en ese rol, porque enseguida trae a un …