Mamáaaaa!
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«El problema del segundo es el primero»

Mi segunda hija conquistó mi corazón y si bien la miro y no puedo evitar sonreír de la ternura, no acapara tanto tiempo de mi día como mi primer hijo. Es que la llegada del primero no se vuelve a repetir; el nacimiento de ese hijo no sólo sorprende con una experiencia indescriptible y desconocida hasta el momento, sino también te cambia por completo y para siempre al convertirte en mamá por el resto de la vida.

Mi segunda hija nació hace apenas un mes, y todo es diferente. La disfruto más al no estar «en pañales»; supe cómo limpiarle el ombligo, cada cuánto darle de mamar, y cómo cambiarla -aunque en este punto hubo diferencias con mi hijo anterior al ser una bebé-.

Desde el primer momento todo es mucho más fácil y llevadero, aunque debo admitir que mi primer hijo tampoco fue que me costó demasiado, básicamente porque tuve la suerte de que DORMÍA (elemental para la salud mental de cualquier primeriza). De todas maneras, Justina se incorporó rápido a nuestras vidas y a una casa que desde antes de su nacimiento ya le había hecho un lugarcito.

«El problema del segundo es el primero», escuchaba decir antes de dar a luz. Y si bien podía intuir que algo de eso era cierto, me parecía demasiado exagerado el pensamiento. Sin embargo sí, hoy compruebo que lo que más nos cuesta a las mamás cuando tenemos el segundo hijo, es el primero; y no se trata solamente de celos y demandas de nuestro hijo, sino también de una necesidad propia de adaptarnos rápidamente a la nueva situación; porque nosotras también tenemos que cambiar el chip y ser -de un día para otro- mamá de dos. A algunas les cuesta más, a otras menos, pero todas debemos acomodar el cuerpo y preparar el entorno para recibir al nuevo integrante.

Debo admitir que corro con ventaja; soy hija segunda de una familia de siete hermanos, que de alguna manera me ha allanado el camino en esto de dividirse. Pero también ser hija entre varios me advierte de la importancia de brindarle algunas cosas difíciles de conseguir en una familia grande: atención, dedicación y detenimiento; en mi casa todo debía ser rápido, éramos muchos para bañarnos, muchos para comer, muchos para todo. Y como en mi vida personal necesito las pausas -para reflexionar, escribir y funcionar mejor- hoy trato de privilegiar ese detenimiento en la vida de mis hijos.

Pues bien, decía que es cierto que cuando se tiene un segundo hijo el trabajo mayor lo da el primero. Y es lógico, de hecho no vuelve a suceder con ningún otro hijo ese sentimiento de destronar al anterior, porque el tercero no viene a desbancar a nadie ya que son dos los que están compartiendo el tiempo y el espacio, y el cuarto ni te digo. La transición del primero al segundo es única e irrepetible, y puede llegar a ser más difícil -en algunos aspectos- cuando el mayor está en edad de «comprender».

Pero el sentimiento es de los tres, del hijo, del papá y la mamá. No se trata solamente de un hijo celoso sino de padres que de un momento a otro deben aprender rápidamente a compartir el amor y a bailar con la nueva realidad. Recuerdo el segundo día de estar en casa con la beba recién nacida; estaba como mezclada, y en esa confusión combinada con sueño y hormonas dadas vuelta, me preocupé por jugar y atender a Juanfe (de dos años y medio) y olvidé cambiar a la bebé. A las once de la noche empezó a llorar y no entendíamos qué le pasaba. Probé darle teta y nada, la enderecé por si tenía algún provecho y nada. Y cuando me di cuenta que no la cambiaba desde hacía un buen rato, le saqué el pañal que pesaba más que ella con varias lágrimas que caían de mis ojos sin que yo me diera cuenta.

Por suerte con el transcurrir de los días todo volvió a la normalidad, bueno… a una nueva normalidad. Hoy siento que el vínculo con mi primer hijo es mucho mejor que antes. La llegada de Justina nos dio la oportunidad de buscar nuevos espacios para compartir, momentos que quizás estando solos los dábamos por sentado y por ende no eran tan valorados; además de regalarme la paciencia que no era consciente de tener.

Creo que los cambios siempre son positivos y nos desafían constantemente. Personalmente, me encantan los retos y me siento feliz cuando veo que pongo todo de mí para lograr lo mejor de la nueva situación. La llegada de una hermanita nos regaló millones de posibilidades para volvernos a acomodar y nos allanó el camino para esperar más preparados la llegada del tercero, jajajaja ¡ya veremos!

Por Federica Cash

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