De viaje en Israel, siendo una joven de 18 años, se comunicó con su madre para preguntarle si en Uruguay existía algún lugar donde estudiar orfebrería. “Cuando vengas, lo vemos”, le respondió ella, minimizando la pregunta. Nunca sospechó que lejos de un capricho, aquella consulta era mucho más profunda, menos pensó que estaría vinculada a un futuro profesional.
Cindy Kleist es una emprendedora de 31 años, orfebre de profesión y vocación, a pesar de tener colgado en la pared otro título universitario (para alegría y placer de sus padres). Sus piezas y su tesón la hicieron merecedora de un Premio Morosoli de Bronce y de la Marca Uruguay Natural, entre otros reconocimientos.
Su atelier, en frente a la Plaza Gomensoro, es el lugar en donde la joyería cobra un nuevo significado. Porque lo que ofrece poco tiene que ver con el concepto de joyas que todos conocemos (por lo menos con el mío), aunque es difícil encontrar una palabra para encasillar a cada una de esas pequeñas piecitas de arte.
Cindy acaba de ser mamá y es una #MamáReal de esas que inspiran…entregada a la vida, al trabajo y ahora también a Emma. ¡Las invitamos a conocerla!
Viajaste a Israel de adolescente. ¿Fue ese viaje que definió tu profesión?
Tenía 18 años y estuve un año en Israel aprendiendo cosas vinculadas al liderazgo, al trabajo en equipo, para volcarlo con grupos de niños y jóvenes. No fui a estudiar nada vinculado a la orfebrería. En realidad sí visité muchas de esas ferias típicas, me compraba mil anillos. De chica era de hacer collares con mostacillas, cinturones, cosas manuales. Mi padre era artista plástico y por eso toda la vida estuve conectada con la creatividad, la pintura, la escultura. Todo lo que él hacía con las manos era maravilloso.
¿Y qué heredaste de tu mamá?
Mamá es psicóloga y asistente social, y estuvo mucho tiempo involucrada en educación no formal. Hoy ya jubilada, me ayuda con mi negocio y con mi hija Emma que tiene pocos meses. Estando en Israel fue a ella que le mandé un mail para ver si podía estudiar orfebrería en Uruguay. “Cuando vengas lo vemos” me dijo. Me había comprado muchos anillos, me había empezado a gustar el tema, antes no me movía un pelo la joyería. Sí la bijou, pero típico de adolescente coqueta.
¿Volviste y te pusiste a estudiar orfebrería?
Mi padre era artista y quería que yo fuera abogada. Tenía la obligación de estudiar una carrera, y me puse a Estudiar Diseño de Moda e Industrial. En paralelo entré a un taller particular de orfebrería. En la carrera casi me mato, no me gustaba. Los profesores se daban cuenta que siempre me iba por el mundo de los accesorios y el proyecto final fue encarado a joyas.
De alguna manera fue ese el inicio de tu marca…
Siendo estudiante, empecé a ir a ferias, a ferias de boliche, con cosas que hacía en el taller. Tenía la mesa de joyería en mi cuarto, hacía todo en casa. Al poco tiempo de mudarme a trabajar al atelier de papá, surgió la idea de realizar ferias de diseño. Hacía todo, desde la organización, con diseñadores jóvenes que querían mostrar lo suyo, hasta producir para llevar mis cosas. Hicimos Krea y algo que llamamos “Moda, magia y otras hierbas”, unos encuentros con una tarotista, con brownies que yo misma cocinaba para la ocasión y café. ¡Se llenaban! Hacía sorteos, juntaba base de datos para después mandar mails y así empezó. Aún Facebook no era lo que hoy es para mostrar las cosas.
Te fuiste abriendo camino sola…
Nunca dije “me voy a dedicar a esto” y eso creo que está bueno. Me copaba hacer anillos para mí, me conseguí un profesor (Álvaro Martino) y me pasaba horas trabajando. Hoy tengo un equipo de orfebres que trabajan conmigo pero dibujo y diseño todo yo, porque me gusta el contacto con los clientes y además, siempre está atrás mi nombre.
Acabás de ser mamá, ¿qué venís aprendiendo hasta el momento?
Soy muy de planificar, ejecutar y me gusta que las cosas sean como las imagino. Yo decía que Emma iba a nacer de 3 kilos y pico y me la terminaron induciendo días antes de la semana 38 porque no estaba creciendo. Nació de 2 kilos, 185 gramos. Para mí divina, pero estaban todos preocupados por el peso y porque nació con el paladar hendido. Mi plan era que en marzo naciera, quedarme un mes en casa y traérmela al taller. ¡Y salió todo distinto! Yo lo viví de manera inconsciente, me enamoré de ella al instante y ahí me di cuenta que las cosas son como son. Acepté lo que me dieron. Ya sé que las cosas van a ser como tengan que ser, que cada día es diferente y que no hay chance de planificar absolutamente nada.
¿Emma te trajo inspiración?
Sí. Es el amor en otra dimensión. Un mundo nuevo. Hasta que no te pasa no hay palabras para que entiendas lo que es. Hoy en día, creo que cada cosa la dimensiono distinto.
¿Te piden algo especial las mamás?
En el día de la madre hice unas pulseras con dijes de nenas y nenes o con piedritas de colores que fueron una locura. Se hacen pila de esas cosas de madre e hija. Me gusta que las piezas reflejen la personalidad de quien las usa. La idea es que lo que te pongas hable de vos y por eso me gustan los anillos con carácter.
¿Qué le hiciste a tu hija?
Caravanas con brillantitos de mi abuela.
Por Carolina Anastasiadis