«Hacía tiempo que yo intuía que esto iba a pasar…sus mensajes me lo decían muy sutilmente. Cuando llegó el momento en el que sentí la separación de su espíritu de mi cuerpo, supe que estaba sucediendo; su corazón dejó de latir. Había llegado el fin de este embarazo de ocho meses. Cuando los médicos lo confirmaron, el mundo se paralizó para mí. Dejé de escuchar, el tiempo se congeló, no tuve reacción; estaba en shock. Pero también sentí que este pequeño ángel me envolvió en su amor y me elevó a una zona de contención; me sentía suspendida en una nube de silencio, tranquilidad y mucha paz.» Así empieza Pequeños Ángeles, una historia fuerte de maternidad, contada por Gimena Minetti, una mujer que años antes nunca hubiera pensado sentir ni experimentar cuestiones tan profundas ni sutiles. Menos, creerlas.
Desde que estamos con Mamás Reales hay algo que nos sucede a menudo y es que se nos acercan personas con distintas vivencias vinculadas a la maternidad, con algo en común: el crecimiento personal que impulsaron en sus vidas a raíz de la llegada de sus hijos.
La historia de Gimena es una de esas. En su libro cuenta cómo luego de un momento de shock e inevitable dolor, encontró en los mensajes de amor de su “pequeño ángel” la paz y la fuerza para seguir adelante, para comprender que el amor tiene distintos planos y que, con un trabajo personal intenso, es posible vivir en paz y con alegría. Compartimos esta nota, con la esperanza de brindar otra mirada sobre lo que puede significar la pérdida de un hijo, confiando en poder ayudar a aliviar corazones de otros papás que estén transitando por lo mismo.
Pequeños Ángeles es un libro que escribiste tras una experiencia fuerte en tu vida, que te hizo ver la vida de manera distinta. ¿Cómo eras antes y en qué creés que cambiaste a partir de la pérdida de ese embarazo?
Pequeños Ángeles es un libro muy especial, lo escribí luego de vivir muchas experiencias y procesos, comienza con la pérdida de mi embarazo de ocho meses y cuento todo lo que en adelante me ocurre, un montón de acontecimientos que me tomaron por sorpresa. El más importante fue la conexión con esa bebé, con la cual desarrollamos una especie de diálogo de mucho amor.
Antes de esta experiencia no tenía el concepto tan claro de que somos almas, que transitamos en esa vida, con una misión, que pueden comunicarse más allá de las palabras y del plano físico. El amor incondicional en su máxima expresión fue algo realmente nuevo para mí, la magnitud de ese amor trascendiendo todos los planos fue algo increíble en esa experiencia. Hoy estoy segura de que somos almas, viviendo en un cuerpo, experimentando esta vida de hoy y que venimos de muchas otras. Aprendí realmente a valorar la vida, ver todo lo positivo, a quererla, observarla, olerla, sentirla, en los mínimos detalles. Respetarla como un regalo preciado y sacarle todo el jugo; aprendí a sonreír con agradecimiento y a ver aquellos procesos que no parecen ser positivos, como escaloncitos para superar y evolucionar, son guías, que me fortalecen, por lo que al final no los veo como algo negativo.
En el libro hablás de yoga, meditación, regresiones, reiki. ¿Qué tanto sabías de esas cosas antes de la pérdida de tu embarazo o qué tan familiares eran para ti? Es como que ese suceso te hizo entrar en otras cosas…
Todas esas técnicas son herramientas, nada más que eso. Cada una en su momento me brindó lo que necesité para seguir adelante, avanzar y no bloquearme en el proceso. Muchas de estas me enseñaron a respirar, observarme, tomar una pausa para ir a lo más profundo de mi corazón y mis sentimientos, verlos en su formato original, aceptarlos, transitarlos y recién ahí decidir cuál de ellos quería transformar. Cada técnica me brindó un conocimiento y lo más importante para mí es que me dieron libertad, nunca creé dependencia con ellas.
Las regresiones en mi caso las hice cuando las sentí, Delfina me guió y por medio de ellas recibí la información que necesitaba saber en el momento justo. Los Registros Akáshikos son otra herramienta que usé y que hoy en día utilizo para acompañar a otras personas en sus procesos.
¿Por qué escribiste Pequeños Ángeles? ¿Con qué objetivo?
Este libro lo escribí porque sentí muy claro que era importante compartir todo lo que me enseñó Delfina; ella me ayudó a darme cuenta que una de mis misiones en esta vida era justamente compartir esta información universal, de una sabiduría maravillosa y que es para todos.
Esta información sobre el amor incondicional que viaja directo de corazón a corazón, es sanadora y así como me ayudó a encontrarme con mi hija, recibir su amor incondicional y encontrar la paz en este proceso, sé que puede ayudar a más personas para que también encuentren su paz en cada uno de sus procesos. Considero que el compartir es sanador por lo que mi motor para escribir este libro es ayudar a padres que estén en procesos similares y a todas las personas que lo necesiten. Es un libro práctico, porque considero que cuando uno está en procesos tan especiales no tiene ganas de leer mucho, así que lo hice de esa manera, de rápida lectura, intenso, de alto impacto, con detalles muy reales.
Perdiste un embarazo de 8 meses. El médico te dijo que tu bebé te salvó la vida al explicarte técnicamente lo que sucedió en tu cuerpo y con las regresiones llegaste a la misma conclusión. Esa bebé, esa alma, tenía como misión salvarte. Es difícil hablar de estas cosas, ¿no?
Pienso que es un tema tabú; aunque hoy en día se habla más de las pérdidas de embarazo y se tienen más en cuenta, pero pienso que aún hay mucho que trabajar para que se pueda hablar, compartir, entender, ayudar y contener a las mujeres que transitamos estos procesos tan dolorosos, en todos los planos, tanto en el físico, como en lo emocional y espiritual.
Soy súper consciente que en mi caso tuve un equipo maravilloso de médicos, enfermeras, psicóloga, guías y ángeles que me guiaron y contuvieron, pero sé que la mayoría de las madres no lo han podido vivir así, por eso este libro es mi granito de arena para ayudar a que eso empiece a cambiar. Estas maravillosas madres y hermosos angelitos merecen un lugar, sano e iluminado.
¿En qué creés que te hizo crecer esta experiencia?
Me hizo crecer espiritualmente, amplié más allá de mi imaginación el concepto que tenía de la vida, de lo que soy, entendí para qué suceden muchas cosas. Fue un proceso de muchos años en el cual fui creciendo en todo sentido, aprendí a convivir con el mundo material, el plano terrenal y el espiritual, muchas dimensiones y un gran universo, siendo consciente de ello.
En el libro cuento cómo era en mi niñez y adolescencia, el concepto de alma, espíritu, universo, reencarnación, me parecían re locos. Cualquier persona que hablara de ello pensaba que no estaba muy alineada, eso hoy en día me da gracia, porque en ese momento era impensable que yo pudiera escribir un libro de este perfil.
¿Cómo vivió tu familia todo este camino y este sentido que le encontraste a algo tan doloroso?
Puedo decirte que solo me guié por el mensaje de Delfina, les compartí mi forma de ver lo que sucedía. Entendí que algunas personas viven muchos años, otras solo días y otras meses; en nuestro caso su misión fue vivir ese tiempo y acompañarme, ayudarme, sanar nuestros procesos y no reencarnarse.
Creo que poder compartir este mensaje con ellos fue muy sanador para todos. Simplemente respeté el duelo de cada uno, para que lo transitaran como lo sintieran o pudieran. Mi familia y amigos fueron incondicionales. Uno en esos momentos está en shock, no es fácil hablar y tampoco entender bien qué es lo que pasó y qué hacer, ellos siempre me respetaron y acompañaron, estoy feliz y súper agradecida por todos ellos.
¿Cómo es tu conexión con Delfina hoy?
Me tomé mi tiempo para digerir todo el primer shock, y no dejé en ningún momento de estar conectada con Delfina. Fui paso a paso, no podía ver más que el día a día. De hecho en el libro cuento cuál es una de las misiones más importantes de ella conmigo, pero lo dejo es suspenso para que cada lector lo transite y viva a su propio ritmo, se sorprenda y deje llevar en esta hermosa historia de amor.
Por Carolina Anastasiadis
El 22 de junio de 2008 perdí a mi bebé de 34 semanas. No he logrado superarlo.
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