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«El vínculo con los padres es la primera relación estable con un adulto y es esencial para el desarrollo físico, emocional y cognitivo de los hijos»

Que la maternidad nos cambia la forma de vivir y percibir el mundo, es un hecho irrefutable. Pero que los cambios en nuestras conductas a partir de tener hijos se perciban también en nuestro cerebro es algo, al menos para mí, novedoso.

Annabel Ferreira es Licenciada en Psicología, tiene un Master en Psicobiología por la Universidad de Gotemburgo, Suecia, y es Dra. en Neurociencias. Hace más de 35 años estudia las bases psicobiológicas del vínculo madre-hijo, en particular, la compleja interacción entre procesos afectivos, motivacionales y cognitivos, que experimentan los individuos durante la parentalidad.

Si bien hay enormes diferencias entre animales de laboratorio (como pueden ser ratas u ovejas) y seres humanos, los mismos se estudian para entender los cambios que se producen internamente cuando nos convertimos en madres.

Junto a psicólogos y pediatras, ha llegado a interesantes conclusiones sobre el vínculo entre mujeres e hijos, una relación no solamente compleja sino decisiva para la continuidad de la vida y el desarrollo, así como para la salud, actual y futura, de los individuos implicados.

Aquí compartimos parte de la entrevista que le hicimos a Annabel hace algunos años, donde cuenta algo del camino recorrido y sobre los resultados a los que ha llegado.

A grandes rasgos, ¿a qué conclusiones han llegado tus investigaciones?

La primera conclusión es que el comportamiento de cuidado de los hijos tanto en animales no humanos como en seres humanos no es puramente instintivo y rígido sino dinámico y flexible. Se adapta a las necesidades, demandas y temperamento de los hijos, varía de acuerdo a factores individuales de las madres, y depende del contexto en el que se desarrolla.

Una de las líneas de investigación de nuestro laboratorio aborda la temática de la motivación maternal en animales de laboratorio. El comportamiento maternal es un comportamiento fuertemente motivado. Las madres prefieren a las crías antes que a la cocaína y, si están sexualmente activas, prefieren a las crías antes que a un macho.

La madre no brinda solo calor, protección y alimento a sus crías sino que es la principal mediadora de las experiencias ambientales de los hijos. En nuestro laboratorio mostramos que si las madres están estresadas, las crías presentan alteraciones a largo plazo en procesos emocionales y cognitivos. Tienen más miedo tanto en la adolescencia como en la etapa adulta. Estas crías también tienen fallas en la memoria (reconocimiento de objetos) a largo plazo. Por otro lado, en otros experimentos mostramos que la composición familiar es clave para el desarrollo emocional de los hijos. Las crías que convivieron con sus madres y hermanos mayores muestran menos ansiedad en la etapa adulta.

¿Qué cambios produce la paternidad/maternidad en la estructura del cerebro humano y por qué?

La parentalidad es una de las experiencias más transformadoras de la vida. Se trata de un vínculo afectivo, selectivo y duradero, intrínsecamente emocional, física y psíquicamente demandante, sustentado, a nivel del sistema nervioso central, en la plasticidad de los circuitos neurales durante ese período.

La capacidad de los padres de percibir las señales de los recién nacidos y de responder a ellas de manera adecuada, depende de cambios en áreas del sistema nervioso central.

En el caso de los mamíferos, donde la madre es la principal cuidadora de los hijos, ¿qué sucede si ella no está? ¿Puede otra persona/animal hacer su “tarea”?

Aunque en los mamíferos la madre es, en general, la principal cuidadora de los hijos, quizás por su capacidad de amamantar, es muy frecuente observar comportamientos de cuidado parental en individuos que no son los padres biológicos, como ocurre durante la adopción o la cooperación con el cuidador principal, tanto en humanos como en muchas otras especies de mamíferos.

En el caso de los primates, especialmente en los seres humanos, la adopción es un fenómeno extendido y la cooperación en la crianza de los hijos por parte de otros miembros del grupo social es crucial. En ninguno de los múltiples estudios realizados hasta el momento en seres humanos se han detectado diferencias importantes entre madres biológicas y adoptivas.

¿Y cómo pueden influir en particular los papás en el desarrollo de los hijos?

En el caso de los humanos, el padre es un modulador muy importante para el desarrollo de los hijos. Su rol es pluridimensional; ejerce funciones de cuidador, protector, guía moral, modelo, maestro, abastecedor y soporte de la pareja. Sus influencias pueden ser directas: en el desarrollo cognitivo (lenguaje, juicios morales, resolución de problemas que se reflejan en resultados escolares mejores), en el emocional (apego seguro, mayor autoestima, mayor tolerancia al estrés, menor depresión y ansiedad, mayor autocontrol e iniciativa), y en el desarrollo social y físico de los hijos. Pero sus influencias sobre los hijos pueden ser indirectas, vía el comportamiento y estado de ánimo de la madre y, en general, mediante el contexto familiar y hogareño.

En la interacción con el padre se ha visto que lo que importa es la calidad de la relación. O sea, la intensidad, la calidez, la proximidad, la accesibilidad, la atención, y la espontaneidad, más que el tiempo de contacto o la «masculinidad» que el padre despliegue.

La ausencia del padre o de apoyo social a la madre por parte de otros miembros del entorno se asocia, en cambio, a una mayor vulnerabilidad en los hijos. Eso se ve en los resultados escolares y también en su sociabilidad, pero no tiene efectos en la identidad ni en la orientación de género que adopten los hijos.

En los seres humanos, ¿qué rol juega la madre en el vínculo papá – hijo?

Puede alentar o dificultar la formación de ese vínculo, por tanto cumple un papel regulador del mismo.

¿Cómo describirías el vínculo de padres, madres e hijos, y qué importancia tiene para el ser humano?

El vínculo con los padres es la primera relación estable con un adulto y es esencial para el desarrollo físico, emocional y cognitivo de los hijos; para la formación de su identidad y para el establecimiento de futuros vínculos sociales. Los padres o cuidadores principales son la primordial fuente de información del ambiente y moldean el cerebro de los hijos, influyendo en múltiples aspectos de su vida posnatal y adulta, inclusive en su futuro comportamiento parental y en sus respuestas al estrés.

Para los adultos, la parentalidad es un acontecimiento decisivo en la vida. Intensos sentimientos de amor y preocupación por el bebé se reflejan, en parte, en una sincronía comportamental y emocional entre ambos miembros de la díada, desde las primeras horas del nacimiento. Este vínculo genera una fuerte motivación por cuidar y proteger a los neonatos que ha sido documentada en numerosos modelos, tanto en humanos como en animales no humanos. Es probable que la base del vínculo parental radique justamente en esa motivación innata por cuidar y asistir a individuos inmaduros, indefensos o frágiles.

Por Federica Cash

 

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