Todos tuvimos en el colegio un compañero que era “el” amigo del grupo, a quien elegíamos para hablar con los maestros o en los actos escolares porque en dos minutos se metía al público en el bolsillo. Probablemente ese niño no era el más estudioso ni el más brillante en matemáticas, pero contaba con otras habilidades que hoy se sabe son fundamentales para la vida. Entre tanta tecnología, inteligencia artificial y trabajo virtual, la diferencia puede hacerla una mirada empática, un gesto compasivo o una palabra asertiva en plena negociación. Probablemente ese niño no era el mejor descifrando fórmulas físicas, pero sí podía leer e interpretar las emociones de las personas.
Hace rato se viene hablando de la relevancia de estas habilidades más “blandas” que antes creíamos debían enseñarse en casa, y se filtraban solo a veces y como de casualidad en el aula de la mano de algún buen profesor con una impronta más humana.
En España, desde la Fundación Botín, se concretó la formalización de un programa llamado Educación Responsable que trabaja en centros educativos sobre la inteligencia emocional. Este programa llegó a Uruguay de la mano de Ilan Bajarlia, quien hoy cuenta con varios aliados de renombre en lo que es el Directorio de Educación Responsable. El programa ya se aplica en 23 centros educativos y van por más.
¿Qué te llamó la atención de Educación Responsable como para traerla a Uruguay?
Estuve en una beca, una especie de posgrado organizado por la Fundación Botín de España. Básicamente era un programa para líderes latinoamericanos con vocación social y pública. En una de las clases nos contaron sobre Educación Responsable y me gustó, siempre me había interesado la inteligencia emocional, mi viejo me había regalado el libro de Daniel Goleman a los 12 años. Me encanta emprender, todo se mezcló y pensé en traer el programa. A fines de 2014 empezaron las conversaciones con la Fundación Botín y hubo buena recepción.
Educación Responsable hace hincapié en las emociones, ¿Por qué importan? ¿Cómo las trabajan?
El paradigma de la educación está cambiando hace tiempo. Lo tradicional, eso de educar en la razón, la matemáticas, sigue siendo importante pero no suficiente. Desde los años 80’ empezó a hablarse de las inteligencias múltiples a partir de los trabajos de Howard Gardner, luego en los 90’ se integró el concepto de inteligencia emocional, primero por la Teoría de la Inteligencia Emocional de Peter Salovey y John Mayer, luego con Daniel Goleman. Todos estos estudiosos empezaron a decir que hoy no alcanza solo con la razón, sino que se necesita trabajar las emociones, para que te vaya bien en la vida. O sea que el éxito de una persona tanto a nivel individual como a nivel profesional depende tanto de su coeficiente intelectual como de su desarrollo emocional y afectivo. Nosotros partimos de esa base y nos importa que esto sea parte de la currícula escolar, de la formación docente, porque los niños necesitan de estas habilidades para tener mejores oportunidades en el futuro.
El futuro del trabajo está cambiando un montón, las empresas, las organizaciones, incluso las relaciones sociales se basan en las emociones. No podemos dejar de lado el manejo de la ansiedad, el de la ira para evitar pegarle a alguien cuando queremos resolver un problema, la importancia de saber negociar, ser creativo, tomar decisiones positivas, ser resilientes en un mundo tan complejo y con tantas dificultades. En zonas de contexto crítico esto se acrecienta aún más.
¿Por qué eligen trabajar la creatividad?
El futuro e incluso el presente de los niños que hoy van a la escuela, se basa en la capacidad que tengan ellos de resolver problemas difíciles. El futuro no es tanto “tu trabajo va a ser hacer esto”, es todo mucho más complejo, más multidisciplinario. No hay muchas recetas hoy; por eso la creatividad es la reina de las soluciones. Sin creatividad seguramente no podamos resolver los problemas más difíciles del futuro. Creatividad es también reinventarse a sí mismo, no importa tanto lo que estudiaste, importa más la realidad, y tus aptitudes y actitudes, buscarle la vuelta a los conflictos y desafíos. Para eso hay que ser creativo.
El programa incluye formación, acompañamiento, recursos y evaluaciones. ¿Cómo se integra eso en la escuela o tienen centros propios?
En Uruguay trabajamos en 23 centros educativos, entre escuelas, liceos y jardines, tanto públicos como públicos-privados y privados. No tenemos escuelas propias sino un programa transversal; nos metemos adentro de una escuela y durante 3 años hacemos formación docente en inteligencia emocional, social, cognitiva y creativa, que básicamente son diferentes áreas que incluyen variables como la empatía, la autoestima, la ansiedad, la resiliencia, la asertividad, la toma de decisiones, etc.
Trabajamos con los docentes, porque son quienes necesitan empoderarse para luego brindar eso a los niños; lo hacemos en forma muy profunda y en paralelo les damos acceso a una plataforma virtual que tiene un montón de actividades en las cuales se trabajan emociones a través de las artes. Entonces se trabaja, por ejemplo, la empatía a través del cuento de El Principito.
Me comentaste que iban a aplicar algo de neurociencias ahora, ¿de qué manera van a integrar lo que se conoce en esa área con la educación?
La neurociencia está muy vinculada a lo que es la educación emocional. Directamente no se trabaja en neurociencia pero obviamente está todo muy vinculado. Desde este año contamos en el equipo con Estanislao Bachrach (biólogo molecular, neurocientífico) quien nos está ayudando bastante a integrar temas que creo son tecnología de punta en educación e inteligencia emocional.
¿Qué podemos hacer desde casa para “educar con responsabilidad” en lo emocional?
Creo que lo más importante es que los chicos desde temprano empiecen a adquirir el lenguaje emocional, que adquieran claridad y comprensión emocional. De la misma manera que aprenden que Artigas es Artigas, que entiendan que la empatía es la empatía. Que puedan identificar y comprender las emociones. Eso es un entrenamiento que puede darse en casa y para el cual los padres deben estar alerta, darse cuenta, saber preguntar: ¿por qué te sentís así?
¿Qué planes tienen para 2019?
Queremos seguir creciendo, mejorando la calidad del programa. Tenemos un equipazo a nivel técnico y de Directorio, mucha gente interesada en que la educación mejore y que la inteligencia emocional se integre a las escuelas. Nuestro lema es que seamos el programa de inteligencia emocional de referencia en todas las escuelas del Uruguay. Queremos llegar a todos los niños y hacia ahí estamos yendo. Ya formamos a 700 docentes y alcanzamos 4000 niños. Desde este año estamos implementando un plan piloto en algunas escuelas junto con el Plan Ceibal. En 2019 vamos a estar llegando por lo menos a unos 30 centros educativos y la idea es seguir creciendo.
Por C. Anastasiadis