Es chileno pero reconocido a nivel mundial. Álvaro Pallamares es psicólogo clínico, especializado en psicología infantil, con un Diplomado en Apego. Se desempeña como Director del Centro de Intervención Temprana Internacional que se encuentra en diferentes países de Latinoamérica, entre ellos Uruguay, y trabaja a su vez en la Fundación América por la Infancia, intentando aportar su grano de arena para lograr vínculos más sanos y así familias más felices.
En su pasaje por Uruguay, donde vino a dar charlas para padres y principiantes, hablamos con este «traductor», como se considera, sobre la importancia del vínculo en los primeros años de vida y del apego en general, que va de “la cuna a la tumba”.
Empecemos por lo primero, ¿qué es la teoría del apego?
El apego es un campo de investigación que produce un montón de contenidos que se articulan en algo que ha ido creciendo cada vez más. Fue John Bowlby quien tuvo la lucidez de detectar la importancia de las interacciones de los primeros años de vida, en la construcción y configuración de la salud mental y principalmente el impacto de la separación. Luego, sus seguidores fueron tejiendo desde lo científico, una compresión de la transgeneracionalidad de la cultura de los valores y de la salud mental. Ese giro hacia la investigación científica permitió que esta teoría pudiera llegar a nutrir a Gobiernos y Estados en políticas públicas orientadas a la infancia que tienen un impacto real. Las neurociencias y la teoría del apego están orientando a las Naciones, propiciando que sus pueblos tengan mejores relaciones humanas, porque estas intervenciones inciden en las estadísticas de todo. Es como un efecto dominó.
¿Cómo se aplica la teoría del apego?
Desde la observación de niños reales y sus vínculos se identificó conductas prototípicas o estilos relacionales que respondían a formas de acoplamiento que los niños lograban tener a raíz de la manera en que sus madres se comunicaban con ellos. La conducta infantil no es más que el reflejo de los vínculos, de las interacciones por retroalimentaciones mutuas, que van generando cambios que pueden aumentar una desviación hacia la psicopatología o pueden sostenerse en un equilibrio de salud mental. Un equilibrio que no es estático sino que está en constante movimiento, de feedback y de calibraciones, nunca es quieto.
¿Cómo es la realidad de nuestra región en torno al apego?
En el continente estamos en pañales en cuanto a estas investigaciones y esto es muy obvio de ver. Estamos en niveles distintos que el norte porque la teoría del apego es de tradición anglosajona, parte de la Clínica Tavistock en Inglaterra donde trabajó Bowlby, y luego se desparrama con la Psicóloga Mary Ainsworth por Estados Unidos. Hacia aquí traspasó poco, ha sido lento el proceso. Hay una gran diferencia entre lo que invierten los países desarrollados en infancia, educación y prevención y lo que hacen los países en vías de desarrollo. El economista estadounidense, James Heckman, quien recibió el Premio Nobel de Economía en el año 2000, concluye en el libro “Escuelas, capacidades y sinapsis”, que la inversión educativa en la primera infancia resulta ser preventiva y genera las más altas tasas de retorno frente a cualquier otra inversión social. A través de una investigación logró identificar cuál es la tasa de retorno que tiene la inversión que se hace en la primera infancia. Según su análisis cuando invertís un dólar en el primer año de vida de un niño existe un retorno de 16 dólares; después de los 4 años la cosa ya no es redonda, la inversión empieza a tener una tasa muy alta al principio y después la caída es muy brusca hasta pasar a ser sin retorno. Son inversiones que se llaman asistenciales o de cobertura vitalicia pero no es como la primera que es la que genera el retorno, la creación del “semillero”. En un país el capital intelectual se encuentra en este semillero; mientras más cuidemos el cerebro de una generación, cuando esos niños crezcan, más se logrará transformar un país sin grandes riquezas naturales en una potencia mundial.
Por Federica Cash