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El secreto de sus ojos

Hace muchos años tenía una columna en un diario donde escribía sobre la experiencia de personas que conocían algo por primera vez. Se llamaba Voyeur. Fui al zoológico con Josefina de 4 años, al estadio Centenario con Leandro de 10, acompañé a un adulto a subirse a un globo aerostático, fui testigo de una abuela en su incursión en Facebook. Me recuerdo frente al monitor, en redacción, luego de cada una de esas experiencias, como en pausa. Me sentía incapaz de atrapar en palabras la emocionalidad de los protagonistas, de encontrar adjetivos que hicieran justicia a sus expresiones y vivencias de fascinación ante cada estreno y desborde de vida. También tenía claro que esas emociones no se las olvidarían más.

Veinte años después, a través de mis hijas soy observadora privilegiada de muchas primeras experiencias y de lo original e irrepetible de esos sentimientos de curiosidad e intriga ante lo nuevo; dos motorcitos fundamentales para el aprendizaje. Y de anclaje al presente.

Catherine L’ Ecuyer, la autora canadiense, escritora de Educar en el Asombro dice que es por esa misma mirada abierta y sin pre-juicios para mirar la realidad que los niños son grandes filósofos. Por esa misma falta de lentes para observar lo que el mundo les muestra, es que preguntan lo que los adultos ni cuestionamos. Y en ese viaje es que se ensancha su mundo, cuestionan el nuestro y la Creatividad
(con “C” mayúscula) aflora.

¿Por qué suena la lluvia? ¿Puede ser que haya olor a la abuela? ¿Por qué el hielo es duro si está hecho de agua, má? ¿Qué hay después del infinito?

La mirada de principiante, esa que el mindfulness entrena, los niños la traen innata. Esa mirada atenta que nos recuerdan ellos es una invitación fuerte a vivir en el presente. Sin rollo, sin intermediarios entre la realidad y nosotros, con cuerpo y sentidos en contacto directo con lo que aparece. Sintiendo, doliendo, oliendo, gustando, tocando y disfrutando. Emocionando. En gerundio. Como el humano.

Bienvenida infancia, bienvenida esa sabia mirada.

Por Carolina Anastasiadis

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