Un viernes recibí el llamado de la editorial Penguin Random House para avisarme que finalmente, el lunes podíamos concretar la entrevista con Isabel Allende para revista Lara (de Punta Carretas Shopping).
La misma tarde recibí el libro “El amante Japonés, -la novela que estaba promocionando y por la cual brindaba notas- y ese fin de semana me zambullí en el universo de una mujer apasionada y apasionante.
La conocía, por supuesto, pero realmente no sabía lo atrapante que era su vida hasta que me puse a escuchar entrevistas, a leerla y a verla en algunas conferencias. Sus palabras y su relato estimulan, envuelven, y es de esas escritoras que saben generar ganas de leer más. Es extravagante, exagerada y con un don especial para contar historias. Y defensora de las mujeres a morir.
Isabel Allende es mamá de Nicolás y de Paula, y en su vida tuvo que atravesar un dolor insoportable: la muerte de su hija. Eligió sobrevivir escribiendo y al tiempo publicó la novela Paula.
En su web personal afirma que su familia ha sido muy importante para su vida y para su trabajo, tanto que ha escrito “en forma extensiva sobre ellos”, no solamente en Paula sino también en La Suma de los Días. Otro libro que recomendamos.
En Mamás Reales, además de brindar información útil para las mamás que nos leen, nos interesa siempre retratar y transmitir historias de madres que son parte de la rica realidad que vivimos. Porque más allá de la fama o del rol social que nos toque jugar, la maternidad te enfrenta a la parte más humana y vulnerable del ser y te acerca a las otras mamás por ese sentimiento de empatía que genera. Aquí compartimos una parte de la entrevista publicada recientemente en Revista Lara, en donde Isabel Allende cuenta sobre su proceso de escritura, algunos pormenores de su familia y detalles sobre su mamá y su propia maternidad. Esperamos la disfruten.
Una romántica incurable
Ha dedicado su vida a contar historias, sobre todo en forma de novela. A pesar de su evidente talento, empezó en la literatura recién a los 40, porque antes “estaba demasiado ocupada criando una familia y trabajando para sobrevivir”. Fue periodista y docente de escritura creativa y literatura latinoamericana, y es de las que afirman que el humor –muy presente en su vida y en su obra- la ha ayudado a sobrevivir.
¿Cómo encontrás la “voz” de cada libro y de cada personaje?
Eso es lo más difícil. Empiezo todos mis libros el 8 de enero, pero no encuentro la voz para contar la historia de inmediato, a veces paso semanas probando una y otra posibilidad, descartando cientos de páginas y gastando más tiempo del que quisiera. Es parte del proceso, no puedo apurarlo. De pronto algo sucede y siento en la barriga que los personajes ya pueden hablar por sí mismos, que tienen su propia voz y que van a contar sus vidas.
¿Qué aportó tu experiencia en periodismo a tu literatura?
Me aportó mucho: disciplina para trabajar, curiosidad para investigar, capacidad para conducir una entrevista y sonsacar información. Como periodista aprendí a usar el lenguaje en forma eficiente y a tener en cuenta que debo atrapar al lector desde las primeras líneas. Muchos escritores, que no han pasado por el periodismo, escriben para sí mismos y sus amigos, se olvidan que existen los lectores.
¿Y la correspondencia epistolar con tu mamá durante tu juventud?
La correspondencia con mi madre continúa igual que antes; nos escribimos todos los días. Para mí es como llevar un intenso diario de vida: lo que no le escribo a mi madre es como si no hubiera ocurrido, porque será borrado por la mala memoria. Las cartas salen fluidas, sin pensarlas, alegremente. Escribir un libro es algo muy diferente, por supuesto, pero procuro hacerlo con la misma libertad de las cartas.
Tu pasión es contar historias, desde el corazón más que desde la razón. ¿Cómo alimentás tu mundo emocional?
Nunca fui una persona muy racional. Mi hijo Nicolás, que tiene una mentalidad científica y un temperamento Zen, vive asombrado de que yo pueda funcionar en el mundo, porque dice que mi mente es un torbellino y que ando vapuleada por emociones y fantasías.
En tu obra, el amor y el desamor son ingredientes fundamentales. ¿Cómo definirías el amor? ¿Creés que es para toda la vida?
Creo en el amor para toda la vida, pero es una excepción. Antes eso era más posible, porque vivíamos mucho menos. El amor es la fuerza que mueve todo en la Naturaleza, empezando por el amor maternal, sin el cual la mayoría de las especies no sobrevivirían. Hablando de amor de pareja, debo admitir que soy una romántica incurable. Me enamoro apasionadamente y el amor me dura décadas alimentado por intimidad, humor, respeto mutuo, confianza y camaradería. Cuando el amor romántico se termina sufro mucho, pero no llego a deprimirme ni a perder la fe en que a la vuelta de la esquina habrá otro amor.
Has dicho que en tu familia de origen, la felicidad era un tema “irrelevante”. ¿Qué tanto pensás sobre el tema?
No aspiro a la felicidad, que es un estado de euforia insostenible. Aspiro a estar contenta y agradecida, a despertar cada día con entusiasmo y curiosidad, a vivir conectada al mundo y a las personas, con la sensación de que puedo ayudar a otros menos afortunados que yo. Lo más cercano a la felicidad para mí es hacer el amor amando, jugar con mis perras y escribir.
Hablas mucho sobre la solidaridad femenina y de hecho, tienes una fundación a través de la cual ayudas a muchas mujeres. ¿Qué mujeres marcaron tu vida y cuáles han sido musas inspiradoras?
Mi madre, mi hija Paula y las tres periodistas que me enseñaron el oficio en Chile, cuando comencé a trabajar y me guiaron en el camino sin retorno del feminismo: Delia Vergara, Amanda Puz y Malú Sierra.
Has pasado por pérdidas, exilio, separaciones… ¿hay algo que te dé miedo después de tanto?
Temo que algo malo le pase a los seres que más quiero. Temo la violencia en el mundo y a la posibilidad de sufrirla personalmente.
Siempre se dice que el alma de las mujeres es como una caja de pandora, llena de secretos. ¿Cuánto de tu historia sacaste a luz en El Amante Japonés?
No hay casi nada autobiográfico en esta novela. Casi todos mis secretos han salido a la luz en dos memorias, Paula y La suma de los Días, y también en infinitas entrevistas de prensa.
Isabel Allende… (Fragmentos extraídos de las reflexiones volcadas por la escritora en www.isabelallende.com )
Sus padres
“El matrimonio de mis padres fue un desastre desde el principio. Un día, cerca de mi tercer cumpleaños, mi padre fue a comprar cigarrillos y nunca volvió. Esa fue la primera gran pérdida de mi vida, y quizás es por eso que no puedo escribir sobre padres. Hay tantos niños abandonados en mis libros que yo podría abrir un orfanato”.
Su mamá
“Mi madre no sólo era hermosa, era también vulnerable y lloraba todo el tiempo, lo que resultaba muy atractivo, ya que a su lado cualquier hombre se sentía fuerte. Tuvo muchos pretendientes, pero terminó casándose con el más feo de todos. Mi padrastro se parecía a una rana, pero con el tiempo se convirtió en un príncipe y ahora puedo jurar que es casi guapo. Tiene un corazón noble, pero es tan patriarcal como mi abuelo y no tuve más remedio que luchar contra él. La rebelión era la única manera de sobrevivir para una niña en mi familia”.
La adolescencia y el amor
“Fui la adolescente más infeliz de la historia de la humanidad. Me odiaba a mí misma. Pensé convertirme en monja para ocultar el hecho de que nunca iba a atraer a un marido, así es que pueden imaginar mi sorpresa y deleite cuando el primer muchacho que se fijó en mí me propuso matrimonio. Yo tenía apenas quince años y ya estaba tan desesperada que me aferré a él como un cangrejo. Me casé a los diecinueve, a los veintitrés ya tenía dos hijos, y permanecí casada durante veinticinco eternos años”.
Su juventud
“Durante mi juventud en Chile trabajé de periodista y también escribí obras de teatro y cuentos infantiles. Siempre quise ser escritora, pero era algo casi impensable para una mujer en ese momento y en ese entorno. Las mujeres de mi generación en Chile no debían ser creativas o exitosas, ese era el destino de los hombres. Se suponía que deberíamos ser damas, comportarnos apropiadamente, ser muy buenas madres, buenas esposas, y buenas ciudadanas (créanme que lo fui). Pero yo había adquirido el vicio de contar historias a una edad muy temprana”.
Paula, su hija
“En diciembre de 1991, mi hija Paula, que tenía una rara condición genética llamada porfiria, cayó en coma en España. La negligencia en la unidad de cuidados intensivos le provocó severo daño cerebral y terminó en estado vegetativo. La llevamos a nuestra casa en California y la cuidamos hasta que murió en mis brazos, un año después”.
La pérdida
“Después de la muerte de Paula, la escritura fue la única cosa que me mantuvo relativamente cuerda. El dolor fue un largo viaje a los infiernos, fue como caminar sola en un túnel oscuro. Mi manera de recorrer el túnel fue escribiendo. Cada mañana me arrastraba de la cama y me iba a mi oficina, encendía una vela delante de la foto de Paula, prendía la computadora, y empezaba a llorar. A menudo, el dolor era insoportable y me quedaba mirando la pantalla durante horas, incapaz de escribir una sola palabra. Otras veces, las frases fluían, como dictadas desde el más allá por la misma Paula. Un año más tarde llegué al final del túnel, pude ver la luz y descubrí, asombrada, que había escrito otro libro y que ya no rezaba para morir. Quería vivir”.
La escritura
“Soy una escritora, porque nací con buen oído para las historias y tuve una infancia infeliz y una familia extraña. La literatura me ha definido. Palabra por palabra, página tras página, me he transformado en esta persona exagerada y extravagante que soy”.
“En los últimos veinte años, he aprendido que sólo una cosa es segura: nada me alegra más que escribir. Me hace sentir joven, fuerte, poderosa y feliz. Es tan estimulante como hacer el amor con el amante perfecto, lo cual es casi imposible a mi edad”.
La novela
“Las novelas están hechas del tejido de la vida. Una novela es un proyecto largo y paciente, como bordar un tapiz de muchos hilos y colores. Trabajo por instinto, sin saber muy bien lo que estoy haciendo, hasta que un día lo doy vuelta y miro el diseño. Realmente nunca termino un libro, llega un punto en que simplemente me doy por vencida”.
Por Carolina Anastasiadis