Nos encanta recibir relatos y experiencias de mamás reales que sienten que en este blog pueden compartir lo que les pasa. Hace unos meses, Patricia Eirin nos mandó un relato escrito en diciembre de 2015, poco después de que Salvador -su primer hijo- recibiera un hermanito. Acá publicamos su catarsis y, desde el rol que nos toca -también como recientes mamás segundizas- enviamos nuestro «ANIMO!!». Ya sabemos que la maternidad real es así de caótica… y así de bella.
Mamá Real invitada: Patricia Eirin
Me han hecho algunas comparaciones bizarras para tratar de explicarme lo que mi hijo mayor puede estar sintiendo con la llegada de su hermanito: “ Es como si el día de mañana llegara otra mujer a tu casa con la cual compartirías el amor de tu marido….”
Whaaaaaat? ”Pobre gordo,” es mi primer pensamiento. Lo único que tengo claro es que solo él sabe lo que siente y me lo está tratando de decir de todas las maneras que encuentra posibles.
Todo comenzó el día que volvíamos del hospital después de dar a luz. “¿Vamos?” dice mi hijo mayor. “Papá y Mamá, vamos?” “Hermanito se queda acá en el Dospital”, agrega, asumiendo que todo aquello había sido una efímera experiencia.
Nos miramos con mi marido y entendimos que no iba a ser fácil, pero en el fondo ya lo percibíamos. Él nos había dado pequeñas señales a lo largo de todo el embarazo de su hermano. Pequeñas pero imposibles de ignorar.
Luego comenzaron los retrocesos en el tan preciado, buscado y vanagloriado control de esfínteres. Pues un buen día hizo caca en la alfombra del living. “¡Noooooooo!” Gritamos al unísono con mi marido, quien al llevarlo al baño pisó descalzo en la deposición. “¡Nooooooooooo!”, volvimos a gritar mientras tratábamos de no hacerlo sentir tan mal por un accidente.
Luego, las pesadillas. Para entenderla no precisé recurrir a manuales de Freud ya que él dormido y angustiado gritaba a toda voz el nombre de su hermano en las noches.
La tercera forma de contarnos que no estaba tan contento con la llegada del hermano fue su huelga de hambre. Definitivamente no heredó el gusto y placer por la comida de su madre y nunca le fascinó comer, por eso dejar de comer no le costó demasiado…a mí si.
Además de todo eso, se sumó una gran hipersensibilidad. Cualquier pretexto o excusa era perfecta para llorar, a toda hora y todo el día. “Mamáaaaaa, sentate acáaaaaa”. Lo dice mientras llora desconsoladamente cuando me pide que me siente en una silla exactamente igual a la que estoy sentada pero un poco más a la derecha. Me mata verlo así…
En definitiva, el gran tema para él era uno: compartir a mamá. ¡Vaya tarea para mí también! Encontrar esos espacios en los que el bebé duerme, luchar contra el cansancio, el agotamiento, el dolor de todo el cuerpo que genera el postparto, mantener la sonrisa, hacer un puzzle, leer un cuento, jugar con legos, a la pelota, conversar…Esa fue la estrategia yplan de acción, hasta que volvía el llanto del bebé. Era fácil hasta que me sentía reclamada por dos; es ese el momento cuando el verdadero compartir entra en juego.
Sistemáticamente el mayor quería upa cuando le estaba dando de mamar al bebé, quería caca cuando le estaba cambiando los pañales al hermano o ir a dormir cuando estaba meciendo al bebé para dormirlo.
Y así comenzó a existir la “mama pulpo”. Dícese del espécimen, que tal como lo dice la palabra, puede hacer cosas con sus dos brazos como si tuviera ocho. Acto digno de un show en Las Vegas compartiendo cartel con David Copperfield, pero muy poco apreciado por el público, mucho menos aplaudido.
Mi amor: Yo también soy hermana mayor y te entiendo. Mis padres relatan que cuando me anunciaron la llegada de mi tercer hermano, me escondí abajo de la cama durante horas. Entiendo que en esta etapa tu hermano será la novedad, que quizás para algunos pasarás más desapercibido y puede que eso te duela. Puede que tu hermano destruya todo lo que construiste con tanto esmero, puede que se coma tus chocolates, que rompa tus juguetes o tus dibujos. Pronto, mucho más pronto de lo que creés, entenderás que es el mejor regalo que pudimos hacerte…Es, sin duda, el mejor regalo que mis padres me hicieron a mí.
Patty