Por Mamá Real invitada: Anónima -en la «dulce espera» del tercero»
Si bien el embarazo es un estado de 280 días (promedio), la percepción del tiempo va variando, según el mes, la semana, el día o hasta la hora. La “dulce espera” no es ni enteramente dulce ni remotamente espera. No le cabe un adjetivo. Y más, cuando un examen te saca de la duda y pasás a ser un positivo, sin otra prueba que un número más alto que el normal de una hormona que ni conocés. Ni panza, ni cara, ni síntomas, ni idea. Sos solo una persona que tiene que caer que le va a cambiar la vida.
Los primeros días luego de las dos rayas es como si a una lo metieran en un reality show donde todos los que se van enterando, podrían ser los panelistas, ahora parece que son merecedores de voz y voto en todo lo que te pasa. En ese reality, los panelistas seguramente le dirán al padre cosas del tipo “uy, te compadezco, vivir con una embarazada, Dios mío”. Si una tiene la dicha de ser dueña del cuerpo portador de la criatura, en plena adaptación para tal fin, INEVITABLEMENTE va a tentar a todos con cada cosa que diga y/o haga. La reacción del panel es una respuesta más o menos así: “fa, estás un poco sensible, no?”. Y confieso que esa frase despierta un instinto asesino desconocido (por lo menos a mí :)). Ni hablar de los complots marido-panelista. Casi siempre el factor común de la yunta es el marido que aprovecha su rol de «víctima» -de un crimen inventado por el imaginario colectivo-, pero que después, en la intimidad, te pide disculpas por el bullying.
Pero peor que los que saben, son los que todavía no saben. Por lo menos, los que saben, están enterados que hay una razón por la cual mimarte, tenerte un poco de piedad, evitarte que levantes peso o darte una galletita cuando te estás por comer el teclado y mouse a las 11:59. Y en esta categoría entran tanto compañeros de oficina como amigos con planes de asado para el fin de semana y hasta compañeras de gym, que te preguntan 40 veces por qué no vas a ir… y no se conforman con cualquier excusa, porque ya las conocemos todas…
Es que el embarazo ajeno es como el bebe ajeno, es divino, todos lo miran con cariño hasta que al niño le da ganas de hacer caquita y ahí todos pueden salir rajando menos los padres, que como sigue siendo el sentido de sus vidas deberían, si no quieren quedar como unos témpanos deshumanizados, seguir con sonrisas espontáneas mientras se hacen cargo del lado oscuro de esa criatura adorable. Porque en definitiva, si te gusta el durazno… bancate la pelusa.