Compartir la vida en pareja a lo largo del tiempo es uno de los grandes desafíos del ser humano. Nunca escuché a nadie decir que es fácil ni mucho menos cómodo convivir con otro a diario. Sin embargo, en la práctica, no son muchas las personas que están solas por elección.
Cuando aparece el “indicado/a”, al principio de la relación, el deslumbramiento es total, mágico, lo que dice el otro es palabra santa y sentimos que no hay nadie en este mundo mejor que quien nos acompaña.
Con el paso del tiempo, es natural que los ideales vayan cayendo y se asomen algunas facetas que no eran precisamente las que nos conquistaron del otro. Pero con cintura y tolerancia, la vamos llevando, y así el compromiso se asienta y el amor pasa a la siguiente fase.
Cuando llegan los hijos, la cosa cambia de verdad. Quienes tienen una mala relación y buscan un hijo que los acerque, le erran feo. La llegada de un bebé es una de las causas principales de las crisis matrimoniales y el divorcio. Muy por el contrario, la pareja tiene que estar firme para recibir a ese hijo que revoluciona su mundo.
A mí, previo a ser mamá, me generaba ansiedad que llegara una tercera persona a nuestras vidas, me preguntaba qué pasaría con nosotros dos, si nuestra unión se vería amenazada, cómo haría para repartir el amor. Por suerte el tiempo es un gran acomodador de situaciones y pasadas unas semanas ya estábamos como siempre. Por supuesto que más cansados, quizás con menos paciencia, pero a la vez con algo que nos unía para siempre.
Porque en una mirada rápida y liviana la llegada del niño puede generar estrés, tensión con su llanto indescifrable, peleas y discusiones, y mucha gente vive en esta fase. Sin embargo, si logramos elevar la mirada, seguramente tengamos una concepción más profunda de la situación, y seremos capaces de ver el milagro de la vida en nuestra casa, en nuestra pareja, en nuestros días. Lo que cuesta vale, y lograr tener una familia no es cosa de todos los días, aunque pensemos que es lo más natural del mundo.
Así que si te encontrás en esta etapa de la vida y tu vínculo de pareja está revolucionado, no pierdas la calma, el bebé paulatinamente irá respetando cierta rutina. Su llegada a la casa puede compararse con una mudanza: con el tiempo, todo termina encontrando su sitio.
Para acompañarte en el proceso, te invitamos a leer esta entrevista a la Psicóloga Cristina Pons que seguro te ayudará a comprender mejor lo que estás transitando. Aquí va!
¿Qué pasa con la pareja cuando llegan los hijos?
La llegada de un hijo es una revolución en el hogar y la pareja muchas veces se ve también alterada en un montón de circunstancias. En primer lugar, se conjugan la alegría y la ilusión por la llegada de un nuevo miembro a la familia, con emociones contrapuestas como temor, dudas, y la responsabilidad que implica la llegada de esta nueva persona que depende las 24 horas del día de uno. Pero además hay más tareas, más gastos, entonces muchas veces la alegría mezclada con todas estas cosas genera un mayor cansancio, lo que repercute en menos paciencia, y cuando hay menos paciencia hay más peleas, discusiones, malos entendidos. Sugiero tratar de turnarse en las noches cuando el bebé se despierta porque puede ser que en el primer período surjan estas cuestiones de adaptación.
¿Qué sugerencias podes dar para que la pareja se vuelva a encontrar en este nuevo escenario?
Tratar de buscar espacios, el primer mes es muy difícil, pero después vale la pena encontrar a alguien de confianza que pueda quedarse un rato con ese niño para salir, para volver a encontrarse, porque también la sexualidad se ve alterada con el cansancio y los llantos del bebé. Buscar la forma de salir al menos un ratito, vale la pena. Es vital tratar de comunicarnos lo más asertivamente posible, porque a veces desde el cansancio no sabemos decir lo que realmente queremos; intentar ser flexibles, entender que estamos en la misma los dos y que somos un equipo con este niño. Buscar acuerdos también es necesario, porque son dos personas diferentes, que vienen de familias distintas y se encuentran criando un niño en común, muchas veces con formas de pensar contrarias sobre cómo va a ser esa crianza.
A raíz de tu experiencia ¿sentís que ha cambiado el rol del hombre en la crianza de los hijos o sigue igual que siempre?
Sí, ha cambiado. Los varones se involucran mucho más; esa idea de que el hombre acompaña muchas veces lo deja en un lugar secundario, y en verdad este hombre-padre tiene un papel activo y primordial. Tenemos diferentes roles, al principio la figura de la mamá es mucho más cercana por la lactancia, por correr con ventaja al haber llevado a ese niño en la panza durante meses, el vínculo con ese bebé es mucho más de sostén mientras que el papá es su ventana al mundo. El niño con el papá aprende del afuera, a través del juego, y en esa diferencia el niño empieza a entender cómo es el mundo: es seguro porque mamá me contiene pero a su vez es seguro afuera porque está papá mostrándome todo. Ese mayor involucramiento por parte del papá es fundamental porque los roles de cada uno son bien diferentes y ambos cumplen funciones necesarias para el desarrollo del niño.
¿Y qué papel juega el hombre en esto de volver a encontrarse como pareja?
Es fundamental el hombre porque la mujer con sus cambios hormonales, con su bebé recién nacido, está muy pendiente de ese niño, de la llegada de la maternidad a su vida y no puede diferenciar el rol de mamá con el de mujer. Es lógico que esto pase. El varón tiene un lugar importantísimo en esto de ayudarla a salir de ahí, no de la maternidad porque ese papel apareció el día que nació ese niño y no se va a ir más, pero sí ayudarla a que recuerde que es también mujer. El varón puede acompañarla a que se vuelva a encontrar con su ser mujer, a reiniciar la vida sexual -respetando sus tiempos-, a invitarla a volver a ser pareja, pero es esencial que lo haga desde la comprensión, la empatía y el amor.
Por Federica Cash