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Ariel Gold: «En la medida en que los padres están presentes y tienen disponibilidad emocional para educar, la cosa funciona bien»

Vivimos tiempos apurados, de mucha actividad; hoy en la mayoría de los hogares trabajamos todos -papás y mamás-, y los niños pasan muchas horas en las escuelas y colegios.

“No tengo tiempo”, debe ser una de las frases más escuchadas en la actualidad. Y en medio de este caos, la tecnología nos invita a desviar nuestra atención a lugares ajenos a donde estamos.

¿Cómo es educar en esta era? ¿Es más desafiante que la de «ayer», o siempre tuvimos retos similares que enfrentar? ¿Con qué problemas nos cruzamos hoy? Y en este contexto, ¿cómo podemos influir positivamente en el desarrollo emocional de nuestros niños?

Para echar luz al escenario en cuestión que parece un tanto desordenado y frenético, hablamos con el Psiquiatra de niños y adolescentes, Ariel Gold, quien nos describe a grandes rasgos algunas «puntas» de la educación de hoy.

¿Creés que es más difícil educar en el mundo de hoy en día?

En general, es difícil educar en cualquier situación en la cual no quede claro quién es el educador y quien es el educando. No es fácil lograrlo, cuando no están claros esos roles.

Con respecto a la pregunta, es complejo dar una repuesta clara y única, pero parecería que hoy en día a los niños no les estaría quedando demasiado claro quiénes son los capitanes de esta historia, y tal vez ellos empiecen a creerse que son los dueños de «la cancha».

Sin embargo, no se trata de ser el “dueño” sino de ser una familia – equipo. Cuando formás parte de un equipo, necesitás alguien que ordene, que haya capitanes y jugadores. Los capitanes son los que ponen las reglas de cómo se va a jugar, y los jugadores obedecen esas reglas, no de manera militar sino de una forma que a todos les convenga por el bien del cuadro.

Entonces, si tomamos a la familia como un equipo, tenemos que tener capitanes que son los padres, con reglas que se llaman límites, y jugadores -que son los hijos- que deben respetar esos límites por el bien de todos.

¿Y cómo vez actualmente el vínculo padre/madre – hijos?

En líneas generales, lo que vemos está teñido por esto que hablamos; no hay claridad en los roles. Pero como en todos los aspectos humanos, no podemos generalizar. Tenemos que hacer de cuenta que todos somos parecidos y eso no es verdad.

A grandes rasgos, uno lo que ve es que, en la medida en que los padres están presentes y tienen disponibilidad emocional para educar, la cosa funciona bien. Pero en cambio si los padres no existen, si están pero no están, la cosa no funciona. Y lamentablemente hoy por hoy vemos muchos padres distraídos, cualquiera lo puede percibir, niños chiquitos que van con ellos por la calle, mientras los adultos van mirando pantallas. Seguramente después les digan a sus hijos que dejen los celulares mientras están sentados a la mesa, pero en realidad a esa altura es porque ya copiaron el modelo, que está interferido por pantallas.

Y esto no es en contra de la tecnología. Los avances son espectaculares si se usan bien, pero cuando empiezan a interferir en la relación con el otro, se nos empieza a complicar. Cuando nos llevamos mejor con las cosas que con las personas, no vamos por buen camino.

¿Cuáles son los trastornos más comunes que percibís en los niños actualmente y por qué crees que se dan?

Podríamos dividir los cuadros que vemos entre aquellos que enojan a los adultos y entre aquellos que debieran preocupar a los adultos. Los niños son traídos a la consulta por razones que están vinculadas al enojo del adulto y/o a su preocupación. Los que más se consultan son aquellos que afectan a la convivencia; cualquier cuadro que haga difícil que el niño pueda disfrutar de su vida, que se le haga complejo estar con otros, lo que puede traer como consecuencia la dificultad de hacer y sostener amigos, de estar en casa en paz disfrutando de momentos familiares, así como mostrando dificultades en el aprendizaje académico. Los dos grandes cuadros por los cuales se consulta tienen que ver con las dificultades a nivel de convivencia y aprendizaje académico.

Sin embargo, hay otro tipo de cuadro que debería preocupar al adulto, pero que no se registra tanto. Por ejemplo, un niño que le va muy bien en la escuela, las maestras dicen que es divino, hasta parece un “adultito”, súper correcto, no molesta, y es un gran estudiante. Sin embargo, cuando preguntás si tiene amigos, no tiene muchos. Y cuando preguntás qué hace en el recreo, se lleva un libro o una tablet para pasar el rato libre. Ese es un problema, un trastorno por el que muy poca gente va a consultar. ¿Quién va a preguntar por un niño abanderado que no molesta? Sin embargo, ese chico a nivel social no funciona bien, y quizás sea en la adolescencia, cuando esto se complique, que se produzca este tipo de consulta. Este cuadro puede formar parte de lo que se llama ansiedad excesiva. Estos trastornos de ansiedad están vinculados a las preocupaciones excesivas, a los miedos, a la híper-responsabilidad.

Y en cuanto a los trastornos, ¿qué tanto los trae el niño en su esencia y qué tanto son adquiridos en su ambiente?

Hay aspectos propios del niño que vienen no genéticamente determinados pero sí con probabilidad genética, y sobre eso va a actuar el medio. Siempre hay una interacción entre lo que el niño trae y lo que el medio le da. Pero, ¿qué es el medio? El medio es todo lo que le pasa al niño casi desde la concepción; cuando hablamos del medio no solo nos referimos a la familia en la que nació, sino también a lo que pasó en esos nueve meses en que estaba en la panza de la madre.

Los genes que traen los niños son recetitas -que son una mezcla maravillosa de las recetas de sus progenitores- que dan una materia prima original que no es la suma de las recetas de sus papás. Sobre esa materia prima va a influir el medio. Primero, el medio físico donde se desarrolle ese embrión, luego y fundamentalmente va a influir el medio vincular. Nosotros dependemos como seres humanos del aporte del otro; tú y yo somos como somos no solo por lo que pasó aquella vez que se unieron el espermatozoide y el óvulo, sino por la cantidad y calidad de las personas con quienes nos fuimos vinculando.

Y en esto puede haber influencias “buenas” y otras que no tanto…

Sí. Los “agentes de salud mental” son personas que influyen en el desarrollo emocional. Como decíamos, dependemos del otro para ser quienes somos; somos personas porque alguien nos presta su humanidad. Este concepto hace que uno empiece a entender al otro como “sagrado”. Todos les debemos a otros quienes somos, a nuestros maestros en el ejercicio de nuestra salud mental. Si yo no me hubiera encontrado con quienes me encontré, seguramente habría sido otro tipo de persona.

Pero también están los “agentes negativos de salud mental”, a quienes les debemos el tener algunos “problemitas”. Son los conocidos vínculos tóxicos.

Así que somos quienes somos por varias razones, es incompleto decir que los trastornos pertenecen a una única razón (sea genética o ambiental), es la mezcla de todo. Vos podés venir con una genética “no buena”, y el ambiente te salva. ¿Qué quiere decir eso? Que si en el reparto de cartas recibiste una mala carta, eso no significa que vas a perder el partido, todo depende de cómo juegues esas cartas. Los que trabajamos en salud mental tratamos de que los chiquilines jueguen con las cartas que les tocaron de la mejor manera, y hay chiquilines que vienen con buenas cartas y el medio les hace jugar mal, así como también sucede lo contrario.

Por Federica Cash

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