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¡Feliz 2020!

Termina un año intenso, como todos los anteriores, pero quizás un poco más. O capaz a esta altura siempre parece más que antes. Cambios en la vida familiar, transformaciones en la vida política del país, movilizaciones, reivindicaciones, encuentros y desencuentros. Se hace difícil llegar a estas fechas con liviandad, conectadas, generando climas relajados y de paz.

De un día para el otro los chicos terminan las clases y están en todas partes; sin embargo el trabajo sigue tirando en estas semanas finales con pendientes, pero ya nadie quiere hablar de nada ni concretar. Todos llegamos cansados a festejar. La mezcla de sentimientos y emociones es general.

Pero de repente, cuando logramos sacar la cabeza y evaluar, aparece la oportunidad de conectar con todo lo bueno. Y sin presionar demasiado, empezamos a agradecer. No es fácil “bajar” en tiempos de redes y whatsapp, más bien es cada vez más difícil. Pero existe un antídoto que si lo sabemos aprovechar, es seguro y persistente: los niños.

Los niños nos obligan a estar de verdad, a escuchar, a sonreír, a tirar por la borda cualquier atisbo de preocupación. Los niños son el mejor camino para habitar lo que vivimos y nos regalan además una maravillosa manera de sentir este tiempo: a través de la magia y el amor.

Desde mamás reales los invitamos a disfrutar. La mayoría de los problemas los crea nuestra mente así que cada vez que aparezcan, hay que dejarlos pasar. Es tiempo de conectar. Es tiempo de amar. Es tiempo de abrazar. Es tiempo de valorar.

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