La fábrica Infantozzi crea, desde sus inicios, materiales al total servicio de los niños. Sus colores, crayolas y acuarelas son vehículos infalibles para plasmar lo que sienten e imaginan. Todos sus productos además de pintar bien, son inocuos y amables. Porque su objetivo es que los materiales impulsen la creatividad que todos llevamos dentro, no que la desalienten como sucede cuando las cosas no funcionan.
Desarrollar la creatividad es fundamental para la vida. Nos distingue del resto de los animales y nos impulsa a explorar, imaginar y crear alternativas a soluciones cotidianas. Esta habilidad tan humana siempre ha tenido un espacio muy importante en Mamás Reales. Por eso la alianza con Infantozzi Materiales tiene para nosotras, un significado especial.
En el cumpleaños número 40 de Infantozzi Materiales, conversamos con Luis Infantozzi, creador de esta querida fábrica nacional, que ha sabido acompasar sus creaciones a los tiempos que corren, sin perder su espíritu original.
¿Cuándo y cómo comenzó Infantozzi Materiales?
La empresa empezó llamándose Rabinovich Infantozzi por Mario Rabinovich, socio en un principio. Mario era prácticamente Químico, le faltaba muy poco para terminar su carrera. Anteriormente a esta sociedad, yo había tenido un emprendimiento en el que fabricábamos hornos de cerámica. En esas andanzas hicimos lo que se llamaba cerámica sin horno. Después, ese emprendimiento devino en otra cosa y me separé, pero me quedé con la fórmula y con Mario la mejoramos.
Antes de salir a vender, nos juntamos con referentes de la educación artística que nos contaron qué era lo que se usaba en expresión plástica. Sin saber mucho empezamos a fabricar materiales, probando y experimentando.
Con la cerámica sin horno y con esas ideas fuimos a los colegios. Llevamos la inquietud de solucionarles los problemas que tenían con los materiales pero surgieron pedidos específicos (cola vinílica coloreada para pintar con pincel, dactilopintura con características especiales, entre otras cosas) y así fuimos poco a poco armando líneas y creaciones al servicio de esas demandas.
En ese momento con Mario teníamos otros trabajos. Él era visitador médico y yo tenía un reparto de diarios en la noche. Tenía prácticamente todo el día libre por lo que me dediqué a la fábrica y Mario comercializaba.
¿Cómo se logra el crecimiento? ¿Cuándo se instala en el mercado nacional?
Los primeros 30 años fueron a pedal; una lucha constante. Estuvimos empatando durante muchísimos años. Empezamos en el 82’ vendiendo directamente a los colegios. La llegada de Mosca significó un gran paso; nos contactaron por una venta grande que le habíamos hecho al Colegio Crandon y ahí empezamos a venderles a ellos.
La idea siempre fue hacer materiales que no fueran tóxicos, que fueran inocuos y que funcionen, que pinten bien. Desde un principio no quisimos hacer cosas baratas que no sirvieran. Eso hay que comprarlo en otro lado; en Infantozzi la idea es que los niños tengan libertad para crear y los materiales estén a su favor, sosteniendo la mejor relación calidad/precio posible.
La mudanza hacia el centro fue importantísima. Fue un paso enorme, un antes y un después en nuestra empresa. Y otro salto de calidad fue en el año 2002 cuando Nara, mi hija, comenzó a trabajar. Con el tiempo se empezó a hacer cargo de la parte de papelería. Le dio un giro muy interesante. El crecimiento se logró con mucho trabajo y siempre con perspectivas de seguir creciendo.
¿Cuáles crees que han sido los «materiales estrella»?
La cerámica sin horno ha sido uno de nuestros destacados y los crayolones, que somos los únicos que los hacemos. La hoja pintora también fue muy interesante. Con ese producto ganamos una distinción de la ANII y juntos logramos desarrollarlo.
Mirando en retrospectiva, ¿cómo ves la evolución de la marca?
Creo que fue evolucionando siempre dentro de los mismos parámetros. Ahora no hay dudas que le otorgamos mucha más importancia a todo lo estético. Al principio las pinturas las vendíamos en bolsas, y las bolsas que se conseguían eran negras. Vendíamos unas pinturas carísimas en bolsas de basura que resistieran. Eran las que habían en ese momento y que servían.
Recuerdo que llegábamos a las instituciones con las bolsas y ellos con recipientes prontos, esperaban a que les cortáramos el pico y las introdujéramos en el momento. Hoy sin dudas las cosas han cambiado muchísimo.
A diferencia del principio, ¿cuál es tu lugar en la empresa actualmente y qué pasa con las generaciones que vinieron después?
Hoy estoy jubilado, tengo el cargo de director sin sueldo. Mis tres hijos trabajaron en la empresa. Hoy trabajan Nara y Agustín. Agustín ahora está trabajando en Maldonado y también lo hizo un tiempo en Salto. Con Nara llevamos adelante la dirección de la empresa.
¿Sentís que lograste tu propósito con la marca? ¿Hay algún objetivo nuevo por delante?
Yo soy un tipo curioso, que miro, ando, busco. Después que seguí solo con la empresa, sin Mario, fue que desarrollé el maquillaje para murgas y teatro. Siempre estoy incursionando en la parte artística, fabricamos acuarelas nacionales que no había, tintas para grabado al agua que tampoco había en el país, hay una serie de materiales que fuimos nosotros los que los hicimos.
Por otro lado, estamos incursionando en un rubro nuevo que lo está llevando adelante Nara; tiene que ver con aplicaciones tecnológicas, con hacer cosas más interactivas.
¿Qué sentís hoy cuando mirás para atrás y ves todo lo logrado?
La verdad es que en perspectiva todo se ve distinto. En nuestra historia de 40 años pasamos por momentos difíciles, crisis, devaluaciones, conflictos. Ser empresario sin contar con un capital acá en Uruguay no es fácil, pero realmente se puede. Más de una vez en el camino pensé en dejar, en hacer otra cosa, pero la verdad que por suerte siempre decidí seguir. Hubo momentos duros en la historia de Infantozzi pero el balance general es absolutamente positivo. Sin dudas, lo volvería a vivir.
Por Federica Cash