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Una Mamá en tiempos de coronavirus

Me lavo las manos, desinfecto el teclado y con un alcohol en gel al lado del mate escribo este post. Esta vez no pongo música. Con mis hijas sin colegio, en una casa pequeña, ruido más ruido solo aumenta el caos. “Mamá, en los campamentos, ¿dónde se baña la gente y dónde hace pis?”, pregunta Alfonsina (de 6 años), totalmente desnorteada ante tanto cambio, pensando escenarios posibles a un tipo de vida que ella, por su corta edad, jamás da por sentada. No entiende mucho. Hasta ayer “la vida” era ir a clase 8 horas, club un par de veces a la semana, parque y amigos. Hoy la vida diaria es en casa, no sabemos hasta cuándo y ningún berrinche cambiará la situación. Ni suyo ni mío. Así que acepta, con la sabiduría de quien no hace juicios sobre lo mejor o peor –porque tampoco depende de ella decidir otro escenario-, porque vive en el ahora y ahora mismo puede respirar, jugar, comer y estar con su hermana y sus papás. Ni siquiera pediría más. …

Una oportunidad encubierta (en el baño)

En casa la hora del baño casi siempre coincide con la hora del caos. De tardecita, cuando la luz baja y las baterías de mis hijas se encienden (¿los suyos no hacen “descargas” cuando en realidad ya no tienen casi pilas?), aplico algo que me funciona: ¿vamos a bañarnos? Mientras le pongo el agua a la grande y la chica se afila sacándose los championes, la cosa se pone divertidamente complicada,  pero en el último tiempo, he logrado resignificarla y ese tiempito de todos los días ya no es «uhh…tengo que bañar a las nenas» sino un ratito para aprovechar con ellas. Siendo honesta, siempre fue un momento del cual intentaba salir (cumplir) rápido, hasta que leí algo por ahí que me hizo valorarlo como oportunidad. Lo mejor fue que con los días noté que si uso ese tiempo para “jugar”, no solo salen bañadas sino que la ansiedad del día queda completamente aplacada. (¡¡Y duermen!!!) Un poco inspirada en la paciencia de mi suegra con mi hija Alfonsina, empecé a usar la hora del …

Ser, sin hacer

Nuestro buen amigo el Psic. Alejandro De Barbieri, escribió en su libro Educar sin culpa “feliz quien puede ser sin hacer”. Nos encantó esa frase para tener presente en este preámbulo de fin de semana. Además, encontramos un lindo video en donde varias mujeres de edad avanzada aconsejan a las más jóvenes, contándoles qué harían y qué no harían si volvieran a vivir. Muchas detendrían el tiempo en eso que las hacía sentir felices, y que tenía más que ver con el ser. Así que basadas en estos testimonios las invitamos a aprovechar cada segundo de la vida sin la presión de ser mujeres perfectas, solo la de dejarse SER! ¡Buen fin de semana!