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Las huellas de los abuelos

–         “Extraño a papú”. –         “De qué te acordás de papú, si tenías 2 años cuando se fue?” –         “No sé. Era bueno. Y me sacaba fotos” Ese fue el diálogo de anoche entre Fran de seis años y yo. Al minuto, nos acostamos a leer las tres en la cama grande y saqué una frazada de lana. “Tiene un agujerito mamá” dice la mayor, Alfo. “Era de la abuela Norma” le digo. “La-abuela-Norma” (su nombre estaba compuesto de esas tres palabras, porque nadie la llamaba “Norma”, era LaAbuelaNorma) era fan de la lana. Aun usamos sus frazadas y algunos zapatones tipo escarpines de adultos en invierno.  Los abuelos siempre dejan huellas. Dejan esos detalles calentitos que seguimos usando cuando se van y además recuerdos (calentitos también) en forma diversas. En mi caso, en forma de olores. La vainilla para mis hermanos y para mí es el recuerdo emocional del mejor bizcochuelo que existe, el de la (misma) “Abuela-Norma”. De ella tengo en mi cuaderno de recetas, las fórmulas de varias otras delicatesen. Ayer mis hijas (en día …

¡Feliz día, PAPÁ!

Hay papás que se especializan en cambiar pañales… Otros que se sienten más cómodos llevando el pañal a la basura… Hay papás que son genios contando cuentos para dormir… Otros, se hacen expertos en dejar la cama prontita para que mamá cuente el cuento que induzca el sueño. Hay papás que aman ensuciarse en el piso jugando a la pelota o con muñecas… Otros, que prefieren llevar a los nenes a la cancha o que se dan maña para armar con lo que encuentran el universo de la muñeca para la nena. Hay muchos tipos de papás, todos imperfectos, pero perfectos para cada uno de nosotros. A TODOS ellos…les deseamos un muy FELIZ DÍA!

Abuelita, todo sigue igual

La luz llegó a casa tarde, mucho más tarde que a las casas de mis amigas. Ya no había que esperar a que oscureciera para que papá prendiera el motor, ahora podíamos mirar televisión a toda hora. Aún recuerdo la emoción que sentí al poder prender luces, escuchar música y grabar mis historias a cualquier momento del día. Porque desde chica quise contar historias. Creaba radioteatros, me encerraba en mi cuarto a escribir guiones y después grababa y grababa; actuaba de madre, de padre, de abuela, de niña, yo era todos esos personajes cambiando la voz. De vez en cuando llamaba a un hermano o le pedía a alguna amiga que representara un personaje mientras yo actuaba todos los restantes. Con la llegada de la luz, pasaba horas y horas encerrada en mi cuarto, soñando, creando, actuando y grabando. Cuando el teléfono invadió mi casa -mucho más tarde que en lo de mis amigas, por cierto- la conmoción me desbordó. Llegaba rápido a casa para hablar por teléfono. Es que la novelería me había sobrepasado …