Madre paciencia
No tengo paciencia. Si bien me gusta siempre apreciar lo que hay, más que la falta, con la paciencia me sucede que soy realista, y tengo plena consciencia de su carencia; nací con el tanque vacío. Cuando estudiaba filosofía en el liceo, recuerdo leer sobre la modernidad y posmodernidad y sentirme parte viva de ese engranaje de videoclip en el que se había convertido la vida; eso de lo urgente me parecía lo más natural, y pensaba ¿qué sentido tiene esperar si se puede tener ya? Yo habitaba la liquidez en todas sus formas. Cuando estaba en jardinera, con 5 años, mi maestra Isabel mandó llamar a mamá porque estaba preocupada: “Señora, su hija termina de pintar y apoya la cola en la punta de la silla, para salir disparada cuando toca el timbre, no sabe esperar”. Mi madre no hizo de eso un drama porque ella era igual y papá, a pesar de tener un aplomo más innato, tenía su cuota –velada- de ansiedad. La pereza nunca fue una condición de nuestro linaje. La …