Mamá Real Invitada: Jujy Fabini
El verano y las vacaciones son sin duda de los momentos que más expectativa generan, especialmente para quienes trabajamos durante todo el año. Como todo lo que ocurrió este año fue diferente desde que llegó Salvador y me convertí en mamá hace más de 9 meses, las primeras vacaciones de Salva, mis primeras vacaciones de “mamá” y las primeras vacaciones “en familia” generan una nueva batería de sensaciones, mezcla de expectativa, ansiedad, curiosidad y responsabilidad. Queremos que todo salga perfecto, y ya no depende sólo de mí y de mi marido y nuestra voluntad de descansar en paz y armonía, sino que entra una nueva ficha, la presencia de ese tercero, alrededor de quien gira todo.
Primero: elegir el momento. Primer cambio. Olvidémonos del codiciado enero, considerando que el espíritu de estas vacaciones está muy alejado del ritmo frenético y las multitudes inherente a cualquier rincón del país el primer mes del año. Todo lo contrario. Noviembre, diciembre, marzo, quizás son las opciones a tener en cuenta si necesitamos la tranquilidad necesaria para descansar durante la noche, madrugar al ritmo del gordo y -hasta ahora algo nuevo para nosotros- respetar los horarios de “sol bueno”.
Segundo: Elegir el lugar. Sin duda una de las mejores cosas de las vacaciones es llegar, dejar el auto y no usarlo hasta la vuelta a Montevideo. Bueno, considerando que ahora cada traslado exige un equipaje de campamento, no hay mejor momento para elegir una casita cerca de la playa para poder ir caminando con “todo” (más abajo detallamos el significado de “todo”) sin morir en el intento y evitar el auto usado de “porta equipaje” para hacer solo tres cuadras. Pero ojo… la playa tampoco puede estar tan cerca, no sea cosa que a la mínima distracción aparezca el enano gateando solo en la arena con un caracol en la boca.
Si no logramos el objetivo de la casa frente a la playa y tenemos auto para trasladarnos, hay otras precauciones a tomar: asegurarse un lugar con sombra a la hora de estacionar, conseguir buenos “parasoles” para el frente y así evitar subir al auto y que parezca un horno de pan, y un “blackout” para los vidrios de los costados para no encandilar ni fritar tras el vidrio al niño que va atrás sentadito inmóvil en la sillita de seguridad.
Por otro lado, ojo con las típicas cabañas de dos pisos. Son pintorescas ellas, pero las escaleras suelen ser pequeñas, angostas, incómodas y por lo general nada recomendables para un niño chiquito que está empezando a gatear.
Los techos de quincho entiendo que tienen su encanto, dan esa vida rústica de vacaciones que todos queremos, pero, ojo, no me gustaría tener que encarar una picazón de araña o algo similar en un bebe de menos de un año que no sabés qué reacción alérgica puede hacer. De todos modos el botiquín merecería un capítulo aparte, pero el repelente y la pomada para picaduras o quemaduras deben ser sin duda uno de los infaltables.
Pañales de agua, piscinita, gorro con cuerdita para atar en el cuello, remera de lycra con factor UV, ropa liviana y de abrigo para cuando refresque, protectores, pantallas, post solar, chancletas, toalla, manta para la arena…más cosas -obvias- pero más cosas.
Otros cuestionamientos filosófico-prácticos sobrevuelan en mi cabeza…
Chiches: ¿muchos para entretenerlo o pocos para que se arregle con lo que el entorno le ofrezca?Pañales: ¿varios paquetes para tener stock o pocos para no ocupar espacio y jugármela a comprarlos en alguna farmacia de por ahí?
¿Potecitos de comida hecha para salir de un apuro… o me sobrará el tiempo para cocinar todas las comidas?
¿Sombrilla de buena calidad (grande, pesada e incómoda) o una de calidad “medio pelo” pero fácil de cargar?
¿Entretenedor? ¿Corral? ¿Alfombra de rana?
¿Sí o no? El dilema filosófico-existencial básicamente es: ¿mucho equipaje que nos asegura la tranquilidad de que tenemos a mano todo lo que necesitamos? o ¿despojados de equipaje y enfrentarnos a la aventura de resolver como podamos las necesidades que surjan? Estas preguntas, por simples o “tontas” que parezcan, llegan con las primeras vacaciones en familia y nos invitan a plantearnos cómo queremos encarar la maternidad.
Estoy a unos días de emprender el “viaje” a Punta Rubia, y tengo esa sensación abrumadora de no saber por dónde arrancar, y no termino de identificar si es que realmente hay tanta cosa en qué pensar o es que me ahogo en un vaso de agua por enfrentarme a un nuevo desafío. Uno más de todos los que ha tenido este año tan diferente y tan divino en el que llegó a nuestras vidas Salvador.