Son casi las diez de la noche y hace poco más de una hora que me siento una rockola infantil. Canto, tarareo, cuento cuentos de los clásicos y también alguno inventado, trato de susurrar bien bajito, hago mimos de esos que en dos minutos a mí me dejarían planchada, pero en frente tengo una contrincante de dos años que en vez de aplacar sus ánimos parece energizarse ante cada una de mis creaciones. Se esmera por mostrar sus cantos nuevos, las acrobacias que aprende en el jardín, pide “oto cuento de Benito” –el perro vecino- o de su “prima Eva” que a esta altura tiene un repertorio de aventuras más extenso que el del propio Teo. Ufff, difícil.
Pero mientras me desempeño con mi arte de entrecasa, pienso que en menos de tres meses el escenario va a ser completamente distinto, porque llegará la hermanita. Me pregunto cómo haré para armarme de estrategias que me permitan seguir haciendo los cuentos a una de mis hijas, mientras le doy la teta a la otra. ¿De qué manera se rearma la ecuación que hoy resulta perfecta: “Papá saca al perro y cocina; mamá duerme a la nena; y estamos todos felices después de las 21.30 hs”? ¿Dónde se compran más brazos?
Ya de noche, mientras empiezo a notar algo de silencio de parte de la pequeña,…mi cabeza vuela. Surgen algunas inevitables comparaciones con el primer embarazo…y llega la culpa. (TE ODIO, ¡CULPA!).
Porque este embarazo es completamente distinto y siento que no lo estoy viviendo al 100%. Sé que tengo cosas a favor, como que estoy más canchera para algunas cuestiones (a esta altura soy experta en el procedimiento para hacer el urocultivo, por nombrar algunas de las habilidades adquiridas)… pero también me siento en falta. A veces los cambios en mi cuerpo me resultan tan comunes que me olvido que detrás de esa panza hay una niña creciendo. Eso que patea.
Y el entorno no colabora. Llego a lo de mis viejos, abren la puerta y preguntan por la nena. Y no se refieren a esa que llevo hace casi treinta semanas adentro –esa no los divierte todavía-, sino a la otra, que al escuchar su nombre sale corriendo del ascensor y entra como un rayo, directo a su rincón de juguetes y se pone a gritar: abúu, abúu. Ya no soy la embarazada mimada del primer embarazo, esa persona que con su panza trae solo buenas nuevas y todos miran con cara de enamorados; hoy las novedades se concentran en las cosas nuevas que pueda hacer ese pequeño ser de 90 centímetros que además de vida, tiene gracia propia. Y mucha.
Me quemo; no soy una embarazada embelesada por su panza ni por su estado. Es más, a veces hasta me fastidia la panza; la choco contra todo, me olvido, estoy torpe. La ilusión de la ropita nueva no solo no pasó a segundo plano, sino que no figuró en este embarazo. La segunda niña tiene todo –de la hermana-. En este embarazo cambié la dosis de ilusión por practicidad…o realidad. Y además de llenarme a preguntas, me siento culposa. ¿Me dará la paciencia para más cuentos? ¿De dónde sacaré más amor? ¿Dónde quedará la pareja? ¿Se querrán las hermanas?
De noche, en el medio del espectáculo infantil que improviso en el dormitorio de mi primogénita, las respuestas no llegan y el futuro se ve tan incierto como cuando no sabía qué tan grande podía ser la revolución de pasar a ser tres o el amor que se puede sentir por un ser tan pequeñito.
Entreverado en ese desconcierto, aparece tímidamente un miedo que cuento en broma pero confieso cierto. Me siento como el artista que hizo una gran ópera prima y teme hacer algo que no esté acorde a tal belleza. Miedo a que mi amor sea finito; a no quererla tanto, a que no me dé el asombro para recibir más.
Al final -o al comienzo de todo- tengo que confiar en la naturaleza. Creer una vez más en el milagro de la vida, en lo que no se controla, en lo que no se explica, en lo que nos sobrepasa. El amor, la creación, lo que está pero no vemos. En ese entramado invisible que hará que todo sea como deba ser –y mejor-.
Por Carolina Anastasiadis -Mamá de Alfonsina (2 años)//embarazada de 6 meses-
Carolina! te entiendo!! también lo viví cuando estaba embarazada de Pía(2 años) y corría atrás de Juan Pedro (4 años)…todo se equilibra…creeme…mientras intento convencerme yo de lo mismo ahora que estoy esperando a Juan Martín (32 semanas)…Suerte!
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ahhh ..así que tan grave no será, si ya estás esperando al tercero!! jajaj…Gracias por tu ánimo!! beso y suerte a tí con Juan Martín!
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Muy bueno!!!.todo llrga y el amor se multiplica y se ordena.Le damos el tiempo justo a las cosas y nos damos cuenta que hay que optar LINDO TEMA Y VALE LA PRMA TOMAR UNCAFE Y TE AYUDO A ORDENARTE Y A ENFOCARTE…..BRSOS TE QUIERO MUCHO
Enviado desde Samsung Mobile
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Caro, justo al final nombrás la naturaleza y ahí esta todo! Lo viví y lo vivo todavía hoy. Si algún día pasás noches sin dormir o lloran al mismo tiempo , ect…….La naturaleza es sabia y siempre te da fuerza para más. Un día te encontrarás con tus nenas más grandes contándole quizás a una amiga «las que pasaste» y lo rápido que pasa el tiempo. Pide ayuda cuando la necesites y te desenchufás un rato.
Sin duda se van a adorar. Buena suerte besosssss
Tania mamá de Bruno(5) e Iliana(3)
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muchas gracias Tania por tu mensaje!!! 🙂 Seguro la Naturaleza es sabia y todo se ordena…beso
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