Volví de vacaciones hace 15 días pero estoy más agotada que el 20 de diciembre pos rondas con Papá Noel y armado de valijas para salir de licencia. Ya sabemos que la palabra “vacaciones” debería tener un apartado “con hijos” en el diccionario, una acepción que valiera para las mamás.
Hace unos días vengo pensando que hay algo que nos equipara y a la vez nos solidariza entre nosotras, las mamás, y es justamente ese cansancio feliz tan nuestro.
Porque no hay rango social que te libere de cambiar pañales, lavar –o poner a lavar- ropa manchada de provechos, de ordenar juguetes que siempre están tirados, de los miedos típicos de madre, de la culpa por hacer o no hacer, de cocinar o calentar papilla. Pampita, la princesa Kate, tu compañera de trabajo con hijos, vos, yo, pasamos inevitablemente por lo mismo, con más o con menos ayuda. Ellas en algún momento se cuestionaron los límites y también tuvieron ganas de tirarse en el sillón a hacer nada. Puedo jurarlo. Haciendo a un lado las sutilezas, hay cuestiones inherentes a la maternidad/paternidad que te ponen al mismo nivel de Kate o de la espléndida Valeria Mazza. Y no es precisamente el lomazo que ellas recuperaron enseguida posparto.
Las mujeres mayores de la familia lo simplifican bien cuando dicen que “tener un hijo da trabajo pero vale la pena”. El tema es que entre los detalles y entretelones de ese «trabajo» pasa la vida y no todas, todos los días, sabemos disfrutarlo.
Anoche, cuando me escuché decirle a Alfonsina “hoy no hay cuento, cerrá los ojitos y tratá de dormirte mi amor”, caí en que la maternidad real tiene mucho de eso y más. Tarde o temprano, llega el momento en que las #MamásReales tenemos ganas de tirar la chancleta por un rato. A veces las #MamásReales tenemos ganas de salir sin tener que pensar en la hora de vuelta, de tomarnos una o mil copas de vino sin pensar que en pocas horas nos toca dar otra vez teta, …ganas de vivir sin tanto recato, sin tantas coordinaciones. A veces las mamás reales tenemos ganas de hablar de cosas que nos interesan más allá de las paspaduras, de educar por control remoto aunque fuera por un día. A veces tenemos ganas de sacarnos el “traje” de mamá y ser solo persona.
Cuando ando muerta, me siento vaga y con pereza en mis “obligaciones” de madre (las sociales y las propias que son peores), pienso en eso que te dicen las abuelas y las madres más viejas… “tener hijos da trabajo, pero vale la pena”. Es así de simple, así de real. Ser mamá es un trabajo de privilegiadas.
Por Carolina Anastasiadis