Hace tiempo ya que se viene hablando de la importancia de los primeros días del bebé. Un tiempo rico para llenarlo de experiencias oportunas y así lograr un “buen cableado” en el cerebro de ese futuro adulto/a.
La Psicóloga Claudia López, en su tercer libro publicado, se lanza a hablar justamente sobre “Los primeros 1000 días del bebé”, como un tiempo repleto de oportunidades y desafíos. Una etapa donde existe una enorme responsabilidad al tener en las manos “una hoja en blanco” para ser llenada por las primeras vivencias que quedarán grabadas a fuego.
Para conocer su investigación así como algunos temas relevantes de su último trabajo, compartimos el intercambio que mantuvimos con Claudia hace unos días.
¿Qué importancia tienen los primeros 1000 días en la vida del ser humano?
Muchísima, es la configuración inicial. Todos somos resilientes y hay cosas que se pueden volver a configurar, pero hay que hacerlo de nuevo y no es lo mismo. No podemos desconocer que durante la primera infancia hay que poner todas las miradas. A la hora de embarazarse, hay que estar con los ojos bien abiertos, saber que es una tarea que demanda mucha responsabilidad, pues estamos formando un futuro adulto, que va a repercutir en la sociedad. Entonces estaría bueno preguntarnos sobre qué sociedad queremos para el mañana; lo que hagamos con nuestros hijos va a definir esa sociedad. La frase “no es mi hijo, es el hijo de todos” explica porqué es necesario trabajar en conjunto para mejorar como población, es indispensable tener una mirada amplia.
El libro aborda la etapa desde la concepción hasta los primeros dos años de vida, que suman un total de mil días. Actualmente hay mucha evidencia que demuestra que las situaciones que vivimos durante el embarazo pueden tener un impacto en el desarrollo del bebé. Cuando vi esa información me pareció formidable e importantísimo difundir a quienes se lanzan a la aventura de buscar un hijo. Esto tiene que ver con la calidad de vida que llevamos, con el estrés, con la importancia del ejercicio diario, con la alimentación, hay un montón de costumbres que si atendemos bien durante el embarazo podremos mejorar la calidad de vida de ese hijo/a.
Por otro lado, desde que el bebé nace hasta los primeros dos años se produce un crecimiento exponencial en el cerebro, crece en tamaño lo que no va a crecer nunca en su vida. Esto no significa que después no se puedan generar otras conexiones pero sí es la base del aprendizaje y de la personalidad. El libro trata de ofrecer información para que los padres y cuidadores puedan encontrar herramientas a la hora de enfrentarse a lo cotidiano de la crianza.
¿Qué cosas te llamaron la atención en tu investigación?
Hay ciertos elementos ya desde muy chiquitos que son impactantes, por ejemplo la construcción del tiempo. Hay un montón de situaciones cotidianas que le van dando noción de tiempo, por ejemplo lo que es cambiar un pañal que es algo que hacemos muchas veces en el día. El adulto generalmente tiene un ritual para cambiarlo, se hace de manera inconsciente pero más o menos siempre sigue el mismo proceso. Eso al niño le da orden; todos esos procesos generan una construcción del tiempo que es fundamental. Cuando esto no se da, cuando hay muchas diferencias y los cuidadores no son constantes, al niño se le genera cierto caos porque no logra identificar qué es lo que va a venir después. Esta es una herramienta muy valiosa de anticipación. Cuando el bebé o niño está ansioso es una gran solución ordenarle el día a través de rutinas porque es uno de los elementos que le brinda la noción de tiempo. La lectura de cuentos así como las canciones de cuna que son rítmicas y repetitivas, le dan mucha seguridad también.
Por otro lado, el libro habla mucho de la importancia del bebé en el piso, para que pueda explorar, moverse, aventurarse. A veces por desconocimiento lo tenemos mucho tiempo en la sillita del auto o sujeto y le quitamos la posibilidad de vivir el mundo desde su propia experiencia. Cuando el bebé ve algo que le interesa y lo va a buscar para agarrarlo y llevárselo a la boca, se produce a nivel cerebral algo increíble; esos procesos son maravillosos y a veces complicamos todo dándole las cosas que se encuentran alejadas. Anticipamos de mala manera y generamos estímulos que no son los adecuados, en cambio cuando le permitimos que explore sin intervenir demasiado, lo dejamos libre para su desarrollo.
¿Y qué pasa con las necesidades de los adultos? Sobre todo con las mamás que viven cambios enormes desde la llegada de sus bebés…
Venimos de una cultura muy adulto céntrica, centrada mucho en los más grandes; ahora en cambio hay un movimiento hacia las necesidades del bebé. Yo por momentos siento que se torna muy bebé céntrica y no soy amiga de los extremos. Los adultos también tenemos necesidades y debemos articularlas con las del bebé y la familia que estamos formando. Son los desafíos que el libro intenta abordar. A veces creemos que maternidad es hacer miles de sacrificios y olvidamos que la mamá (que tradicionalmente es la que está más tiempo con el bebé) es espejo. Si el bebé tiene una emoción -siente algo molesto en el cuerpo, por ejemplo- y no tiene respuesta o la respuesta que tiene es una cara cansada o triste, entonces no va a ver un sostén, una contención real. La devolución no viene como debería porque esa mamá se siente agotada emocionalmente. La gran pregunta es ¿quién cuida a quien cuida? En el libro hablamos de lo solas que estamos criando hoy, y esa soledad a veces puede traducirse en depresión, algo muy despreciable para criar hijos. Por otro lado hoy está jugando un rol la cantidad de grupos, foros y opiniones que hay acerca de la maternidad, que nos puede llevar a sentir que nunca estamos haciendo las cosas bien porque siempre va a haber alguien que te diga que lo hagas de otra manera. Ni te digo cuando hay disputas en la pareja porque tienen distintos criterios de crianza. Y ni que hablar cuando tuviste un estilo de crianza y querés aplicar otro. Nuestra generación, los que estamos siendo padres ahora, venimos de estilos de crianza más autoritarios, vivimos las dictaduras o las post dictaduras y eso sin dudas influyó en nuestra primera infancia. Ahora estamos ejerciendo un estilo más democrático, en donde hay más negociaciones y empatía, pero cuando lo tenemos que aplicar es muy difícil porque no lo mamamos. Todo esto hace que la mujer cuando se enfrenta a su bebé sienta que está loca y se pregunte ¿cómo construyo algo nuevo?
Por Federica Cash