Uno de los desafíos más grandes que llega con la maternidad y, sobre todo, a medida que los hijos dejan de ser esos bebitos que podemos dejar en la silla o en la alfombra con juguetes un rato entretenidos, es encontrar tiempos para una misma. Ser mamá sin perderse en el camino es una gran cuestión. Por lo menos, lo siento así y es algo que he conversado con varias; recuerdo en particular una amiga embarazada de su tercer hijo que, hablando sobre lo que se le venía, me dijo: «estoy en standby por 9 meses, luego veré». Me pareció muy gráfica su frase.
Los ratitos de silencio nos re-conectan y por eso son fundamentales por nosotras y por quienes viven con nosotras. En este blog venimos hablando bastante de mindfulness y de técnicas vinculadas al silencio porque realmente creemos que funcionan para escucharnos y a partir de eso conectar mejor con quienes integran nuestro entorno. Sobre estas cosas conversé con Javier Candarle, un psicoterapeuta argentino, autor de varios libros sobre mindfulness, quien estuvo hace unos meses en Uruguay dirigiendo un retiro de silencio para algunos afortunados. Sobre la importancia de encontrar momentos de silencio, la resonancia empática como clave para las relaciones profundas, y la necesidad de mirar de verdad hacia adentro tanto como lo hacemos hacia afuera, va esta charla. Compartimos:
¿Para qué sirve el silencio? Algo difícil cuando se vive con niños
Una de las cosas negativas que tiene nuestra sociedad actual es la hiperestimulación y la hiperconectividad. Estamos todo el tiempo enchufados con una multitarea que nos tiene metidos en el medio de la hipercomunicación y eso es una consecuencia directa del progreso, de la aparición de los celulares, los smartphones, algo de lo que no reniego porque tiene muchas ventajas, pero el costado oscuro es que nos quitó espacios de quietud. El ser humano antes oscilaba entre momentos de hacer y no hacer. La siesta es un gran ejemplo, la gente se levantaba temprano y hacía, paraba, descasaba y volvía a hacer. Ahora hay un hiper-hacer, entonces estamos necesitando imperiosamente aquietarnos y silenciarnos como un modo de compensar tanta conectividad. El cerebro necesita del silencio para descansar, relajarse, desestresarse y muchas veces uno ve gente que enferma por un exceso de acción y conexión con tareas, personas y cosas. A partir de ahí creo que surge el interés creciente que hay en mindufulness, una de las prácticas que trabaja sobre el no hacer. Jon Kabat Zinn, uno de los creadores de esta práctica, dice que cultiva la capacidad de no hacer, y nos ayuda a practicar el estar donde ya estamos.
Hay un silencio externo, auditivo, que puede ser controlable. El interno a veces nos controla a nosotros. ¿Cómo callamos la mente? ¿Es posible?
El silencio interno es el más difícil y tiene que ver con frenar un poco la hiperactividad de la mente y entregarse más a las sensaciones corporales y a los estímulos sensoriales. También la práctica de mindfulness ayuda a reequilibrar eso, a observar el nivel hiperactivo de la mente para equilibrar y volver a los sentidos. Hay prácticas de comida atenta, de ducharse atentamente, que tienen que ver con aprender a observar cuando la mente se dispara y nos atrapa y poder conectar de nuevo con lo más básico, con los sentidos y la corporalidad.
Tú hablás de la importancia de la “resonancia empática”. ¿Qué es y cómo podría ayudarnos en nuestro vínculo con los hijos?
Tiene que ver con la capacidad de ver al otro, sentir y resonar emocionalmente con el otro. Cuando estamos hiperconectados, no podemos estar atentos y conectados emocionalmente con quien está enfrente. Es algo tan simple como eso, como mirar a los ojos al niño, escucharlo atentamente y entender lo que le pasa y lo que dice. La resonancia empática es el eje de cualquier comunicación humana verdadera y profunda, pero no es solamente de padres e hijos, es entre las personas. Si cuando mi hijo me habla estoy mirando el celular y diciéndole “si, si”, pero pensando en otra cosa, no conecto. A veces las personas recurrimos a conceptos que son como complejos para decir cosas simples. El niño necesita algo básico y es que conectemos con él. Eso es que cuando estás hablando con él puedas estar ahí con él. No hay manera más simple de decirlo que esa. Las personas estamos tan pasadas de acelere que cuando estamos hablando, no estamos hablando, y eso es justamente lo contrario a la conexión. La resonancia empática es conectar y resonar con el mundo interno del otro.
¿Qué sugerencias podrías brindarnos para encontrar paz y silencio cuando la rutina, la logística familiar y la vida nos desbordan?
Las recomendaciones son simples. Vamos a comer, dejar los celulares y mirarnos a la cara y volver a hablarnos verdaderamente. Cuando uno está comiendo, debe estar concentrado en la comida y escuchando a las personas. Tener ratitos de no hacer durante el día, de desconectarnos de las tablets, del teléfono, la radio. Pareciera como que estamos todo el tiempo metiendo ruido porque no nos queremos encontrar con nosotros mismos. A mí me encanta el progreso, pero tenemos que generar el anticuerpo que es crecer hacia adentro con la misma velocidad y consistencia con la que estamos creciendo hacia afuera.
Por C. Anastasiadis