Por María Fernanda Normey -mamá real invitada-
“Cuando no es uno, es el otro”. Esa es una de las frases que más he repetido desde que me convertí en mamá de mellizos. Seguro le sucede también a aquellos que tienen más de un hijo, ¡pero en casa nos pasa desde el día 1! Esa es una de las diferencias de tener mellizos de primera –¡digamos que no empezás de a poco sino con 2!-, y la otra diferencia para la cual no sé si hay una comprobación científica, es que los mellizos en alguna parte de su ADN saben que vinieron al mundo de a dos y por ende, para ellos lo normal es esperar su turno. Saben que después que “le toca” a uno, automáticamente “le va a tocar” al otro.
Esto no significa que no demanden o requieran la misma atención que cualquier niño, solo que aceptan y aprueban la presencia de su hermano, porque la entienden y de hecho no conciben su vida sin el hermano. Por eso, es que de alguna manera saben “esperar su turno”.
Pero tampoco implica que les guste esperar o que no sean celosos, de hecho miden cuánto le das al otro y eso nos obliga como papás a ser justos y equitativos todo el tiempo y con todo.
En sus primeros meses de vida, la frase “cuando no es uno es el otro” se aplicaba a la comida, al cambio de pañales, incluso a la siesta. También aplicaba a la hora de hacerlos dormir. El día era agotador. Claro que por momentos demandan al mismo tiempo, pero van aprendiendo a esperar.
Luego, cuando dejaron de ser bebés para convertirse en niños, esta frase la empecé a aplicar a otras cosas. Con la cortada de dientes, por ejemplo. Esa fue una etapa larga; cuando no estaba cortando dientes o muelas uno, era el otro. Los llantos en la noche, las babas colgando y las quejas señalando la boca también iban por tandas. Era uno o el otro también en los momentos de las travesuras. Cuando no había uno adentro del wáter era el otro que estaba sacando las ollas de su lugar, y así el etcétera es largo para los padres de mellizos.
En las noches, esa frase tuvo cero falta. Las malas noches iban por turnos, salvo para papá y mamá ¡porque a nosotros nos tocaban todas! Fueron pocas aquellas en las que eran los dos al mismo tiempo. Pero fueron muchas malas noches… muchas en los primeros tres años de vida.
Por sobre todo, como madre de mellizos puedo afirmar que la frase “cuando no es uno, es el otro” se aplica más que nada para el tema gripes, brotaduras, toses, mocos. Ahí sí, inviernos eternos: ¡¡cuando no es uno, es el otro!!! Esto me resultó lo más difícil de todo, porque cuando uno se está curando, cae el otro; es ley. Es que son dos pequeños generando sus propias defensas por primera vez y, como buenos mellizos, juntos. Fueron las menos las veces que cayó uno solo y el otro la miró de afuera. En esos momentos es cuando más entienden, el que está sano se porta mejor que nunca. Nos pasó que con dos años y medio tuvieron que operar a uno de ellos de amígdalas, y el otro se portó genial.
Otra etapa en que la frase fue protagonista fue en el proceso de sacar pañales. Hubo días que limpié pichi y caca tantas veces que perdí la cuenta, porque, cuando no era uno… ¡era el otro!
A partir de los dos años, empezaron a verbalizar esta frase, y les enseñamos que cada uno tiene su turno, entonces juegan con un chiche y luego se lo prestan al hermano. O mamá cambia a uno, y luego es el turno del hermano. Papá lleva a “caballito” a uno y luego es el turno del hermano, y así para todo. Ellos mismos a veces dicen “después es mi turno”.
Ahora ya tienen cinco años, y las personalidades se van forjando de a poco… pero en casa siguen existiendo los turnos para todo. Y la frase sigue sondando como un mantra, porque “cuando no es uno, es el otro”.
Hola, acabo de abrir un blog para mamás y sobre todo para mamás múltiples. Espero vuestra visita. Besos.
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