(Hace unos días, una seguidora de Mamás Reales nos sugirió leer el post que Fiorella Bachechi había publicado en su facebook. Nos pareció tan lindo que nos comunicamos con ella para pedirle permiso y poder compartirlo. Aquí va, la “crónica de una vida anunciada”. La crónica de la llegada de Clara a la vida de esta joven arquitecta)
CRÓNICA DE UNA VIDA ANUNCIADA
CAPÍTULO 1 – Conociendo al amor de mi vida (empezando por el final).
Llegaste a este mundo de la misma forma pacífica que pasaste por mi cuerpo. Atrás quedaron los tiempos en que podían venir náuseas, mareos y vómitos, que nunca aparecieron… los meses en que no iba a poder dormir (pfff), la acidez que faltó con aviso y tantas cosas que podían suceder. Te portaste hermoso, trabajé casi hasta el último día, con otros ritmos, con otras pausas, pero hicimos juntas y en paz este recorrido durante estos meses de amor mutuo. Así llegaste, como no podía ser de otra manera. De sorpresita, sin pensar demasiado… faltaban algunas semanitas. Te recibí junto a tu padre que me tomó fuerte de ambas manos y nos dimos cuenta, una vez más, que de la mano todo sale. Hasta un bebé. “Es chiquita”, escuché… te miré y no entendí demasiado, salvo que no sé cómo pude pasar estos 36 años sin ti. Era casi feliz. Ahora todo cambió. Bienvenida al mundo, mi amor.
CAPÍTULO 2 – La llegada (el lado bizarro de la vida).
Rompí bolsa a las 3 A.M. La verdad es que no sabía bien si era líquido amniótico, tapón mucoso, o alguna que otra opción. – “Amooooor!!” (jeje). Llamamos a la emergencia y explicamos lo que había a la vista… Vino el médico, me examinó y me sugirió ir a la mutualista a que me viera un ginecólogo de guardia… allá fuimos, bolsos a cuestas (estaban prontos hacía dos meses, no sé si por responsabilidad o por ansiedad). Antes de salir ya había empezado con contracciones, leves, pero contracciones al fin, y seguiditas.
En las clases de parto nos habían aclarado que en este momento podíamos acceder a la mutualista por dos puertas distintas, sin distinción de horarios ni días. Nos decidimos por una, para llegar más rápido a Ginecología del segundo piso. Bajamos del auto y contracción mediante, nos enfrentamos a las puertas (cerradas). Atrás… todo oscuro y dos seres vivos -cruza de hombre con ganso- que tomaban mate y meneaban su dedo índice como diciendo “NO”. Les golpeamos los vidrios bastante fuerte… (si hay un “relatos salvajes 2”, le voy a escribir un capítulo a Szifrón que se llame “la parturienta perturbada”). Del otro lado salió una especie de subnormal que, convencido de ser el “empleado del mes”, vino envalentonado preguntando “¿Sos funcionariaaaaa??” (se ve que era lo único que me avalaba a entrar a esa hora y por esa puerta). En mi cara y mi aspecto creo que tenía la respuesta, pero lo ayudé un poco: “Mijo, vengo a parir”. Abrió sin chistar. Allá fuimos a los ascensores. La puerta no cerraba. Detrás de un mostrador había una persona haciendo no sé qué ni me importa y le preguntamos si el ascensor no andaba y dijo ”no”. Ok… empecé a subir. Al primer escalón, una contracción. Me quedé quietita. El muchacho vino y nos dijo, “a ver ahora” (¿??), subimos al elevador y nos apretó el 3 en vez del 2 (se ve que era el piso prohibido) y ta… desde el 3 bajamos un pisito por escalera.
Llegamos y me sentaron en una silla de ruedas hasta ver a la ginecóloga de guardia. Mientras esperábamos para entrar al consultorio, me vino un ataque de risa pensando en lo sucedido. La gente de la sala de espera no entendía nada, yo me reía mientras tenía dolores cada vez más fuertes. No era para menos… nuestra entrada no había sido precisamente de “Red carpet”.
CAPÍTULO 3 – El blog (nunca se sabe)
En este contexto del embarazo, uno lee muchas cosas. Algunas las pasa gente de confianza, otras son de público acceso a través de mi gran amigo Google. El tema es que disipando dudas y en ese afán de informarme, di con un blog de “Doulas” (uno de los términos que aprendí en estos meses) que hacían recomendaciones, daban consejos, etc, etc… Entre otras cosas, decía que una, tiene que “visualizar su parto ideal” y si mantiene esa idea y proceso en la cabeza, como alcanzándolo, se debe cumplir.
Debo confesar que la idea me parecía divertida, aunque un poco improbable, pero… nunca se sabe. Así pues, me dediqué a pensar en cómo me gustaría que llegaras. Había algunas cosas que eran obvias (quién va a querer tener cien horas de trabajo de parto, ¿no?), pero algunas otras para mí eran importantes y así las escribí. Quería que estuviéramos en casa y tranquilos… podía romper bolsa o empezar con contracciones… internarnos y que el trabajo de parto fuera corto… no más de tres horas estaba bien (si es por pedir…) Que no hubiera sufrimiento fetal, ni problemas de presión, y que nada perturbara el proceso natural del parto.
Durante varias semanas, ya tenía estas cosas escritas y pensaba en ellas casi a diario. Llegó el día. Rompí bolsa a las 3 de la mañana, a las 4 am llegamos a la mutualista, a las 4:30 me llevaron a la sala de pre parto y con tu papá empezamos a pasar una a una las contracciones que venían cada vez más fuertes. Cuando ingresé a la sala, vino la partera a presentarse y me dijo que estaba con 4 centímetros de dilatación. Al rato le dije a tu papi que la fuera a buscar porque tenía ganas de mover el intestino (esa era la señal). Vino la partera y dijo “¡dilatación completa! ¡A sala de parto!” En ese momento sentí que la gente salía como Droopy desde debajo de las camas, placares, etc. La cosa es que en un segundo había como 8 personas y una camilla para el traslado. Allá fuimos… a pujar. Recuerdo 3 pujos fuertes y saliste a berrear.
Frente a mi tenía un gran reloj de pared con agujas. Mientras me cosían la episiotomía, miré la hora (no había más nada para mirar). Eran las 7:30 a.m. Se cumplió. Me vino un escalofrío de sólo pensarlo. Salió todo como lo había pensado…
CAPÍTULO 4 – Las redes (conclusiones y contenciones).
Siempre me consideré “pro epidural”. Incluso mi anterior ginecólogo cuando le consulté qué opinaba al respecto, me dijo que era muy recomendable ya que el momento era menos traumático tanto para la madre como para el bebé. Menos estrés. Siglo XXI. En fin… Ahora no es que me sienta que hice un máster en maternidad, pero he cambiado mi parecer. Siempre hay casos y casos. Me habían recomendado yoga para embarazadas, clases de respiración, contratar doulas, reservar ginecólogo para el parto, prever tantas cosas… hoy siento que mi preparación para el parto y para la llegada de Clari, estuvo dentro mío y dentro suyo… en esas tardes que escuchábamos música juntas, cuando nos hablábamos en la ducha por las mañanas, en el contacto de cada día. No sentí la necesidad de tener estímulos ajenos y creo que a veces el mejor consejo te lo da la persona menos esperada.
Una vez, estaba esperando para entrar a la consulta del control y se sentó al lado una chica que era maestra rural, venía a Montevideo a colocarse el DIU. Tenía dos hijos. Me dijo que en una conversación de ómnibus, una embarazada le había dado el mejor consejo, el más obvio, pero no por eso el más fácil de incorporar. “El parto está en la cabeza”. Tan fácil como eso. Todo está en una, en nuestra concentración, nuestros ángeles y demonios y nuestra capacidad de alinearlos. Me quedé con eso. Me pareció la mejor idea a perseguir.
Tuve muchas mamás alrededor estos meses, que tendieron dentro mío una red de contención, casi sin saberlo. Cada una de ellas, tuvo un espacio protagónico en mi proceso y en mi cabeza. Les agradezco cada uno de sus consejos, anécdotas, por compartir sus experiencias y por su cariño. Las quisiera nombrar a todas y agradecerles de corazón, sin orden ni jerarquías, pero con el mismo amor. Pero por sobre todas las cosas quiero agradecer a mi mamá y a mi abuela Elsa, que seguramente estaban a cada lado de la camilla, alentándome y ayudándome, tal como les pedí antes de salir de casa. Ellas pusieron los primeros puntos de esta gran red de contenciones, allá lejos y hace tiempo, pero con su mirada intacta dentro mío. Gracias, Mami. Gracias Nona. Las amo.
En este momento, mientras tipeo, una renacuaja me mira, como diciendo “ta, mami, cortá con tanta dulzura y dame teta…” Ok, es un buen remate.
Buena vida, hija mía.
Te amo,
Mamá