Si preguntáramos a un grupo representativo de padres sobre el momento con sus hijos que más paciencia o esfuerzo les implica, seguramente dormirlos esté dentro del TOP 5.
Dormir es una necesidad fisiológica que, como tantos otros hábitos, debe aprenderse. Para ello, hablamos con la Psicóloga Ana Inés Cuevas quien nos habla de la importancia del buen descanso, nos guía en la manera de cómo lograr que nuestros hijos duerman bien, y responde algunas cuestiones básicas en torno a este tema.
¿Qué tan importante es el buen descanso en los niños?
El sueño tiene una gran implicancia en el desarrollo psíquico y emocional del niño, más allá de ser una necesidad biológica. Su principal función es la de activar diversos mecanismos de procesamiento, procesos de elaboración mental, y de restauración emocional. Todos necesitamos descansar luego de tanto estímulo recibido en el día, ¡imagínense los niños!
La hora de dormir propiamente dicha, trata especialmente de cierta regulación emocional que refiere a apagar el mundo exterior, interrumpir todo tipo de aferencias, en definitiva, de adquirir esa capacidad de estar “a solas”. No es una capacidad que los niños ya traen, es, como varios aspectos que refieren al bienestar y desarrollo del niño, responsabilidad y tarea de los padres. Se debe promover y habilitar al niño para poder lograr semejante capacidad.
¿Cómo podemos lograr que nuestros hijos duerman bien?
El bebé cuando nace necesita de la presencia y disponibilidad física y afectiva de su madre (o figura de apego) casi en la totalidad del tiempo. De a poco y a medida que sus necesidades, tanto físicas como afectivas, son reconocidas, bien interpretadas y respondidas, va logrando sentirse satisfecho y principalmente seguro. ¡Ojo! Por suerte ni los niños ni las madres son relojitos perfectos, hay señales a veces no muy claras, hay tiempos y esperas que van permitiendo que la tolerancia a pequeñas frustraciones sean parte fundamental de su adecuado desarrollo. A partir de estas primeras experiencias, a los seis meses de edad aproximadamente, ya logran introyectar la imagen de su madre que brinda seguridad y confianza, por lo que no necesitan tenerla cerca y presente todo el tiempo. Sucede esto con el sueño; al principio necesitan de otro que los abrace, contenga, arrulle o hamaque. De a poquito van pudiendo conciliar el sueño, pero despiertan alertas, chequean que mamá esté ahí… Y esos ratitos se van haciendo más largos y la noción de que mamá está ya es una certeza, hasta incluso no necesitan verla… aunque a veces lloran y llaman para verificarlo. Es por esto que se suele recomendar pasarlo a su cuarto en esta etapa (6 meses), justamente porque ya no se sienten solos a pesar de estarlo; ya saben psíquicamente que mamá está a pesar de no verla, ya logran de a poco autocalmarse, a veces con la ayuda de un tete o con un objeto transicional.
¿Qué aspectos debemos tener en cuenta para que aprendan a dormirse solos?
La hora de irse a dormir debe comenzar como una rutina desde muy chiquititos y esto lo transforma en un hábito. Los tranquiliza, los ordena y les da seguridad además de que luego habilita y permite que a la hora de enfrentarlo “solitos” se sientan tranquilos de lo que sucederá a continuación. Otro aspecto fundamental es disponerse a que el rato de irse a dormir sea un momento tranquilo, sin muchos estímulos, de encuentro y de calma. Si un bebé o un niño está alterado emocionalmente, excitado o angustiado, si sigue prendida la tele, los ruidos a un volumen alto… es cuasi tarea imposible pedirles que desconecten y «apaguen» sus cabecitas. Tal vez lo logren pero les implicará muchísimo más esfuerzo y energía. Generar junto a ellos rituales antes de dormir -ya sea leer un cuento, saludar y decir buenas noches a sus chiches, etc.- y repetirlos día a día, hará que ellos vayan anticipando lo que se viene y lleguen mejor dispuestos y más preparados. También es importante que concilien el sueño por sí mismos en su cama desde el comienzo de la noche, ya que les permite saber dónde están si despiertan y se pueden volver a dormir con tranquilidad.
¿Qué pasa cuando el hábito no fue aprendido de chiquitos? ¿Se puede enseñar de más grandes?
Sí, se puede lograr, es cuestión de empezar de a poquito, que primero reconozcan e identifiquen su lugar de dormir como un lugar lindo (por ejemplo ¡evitar las penitencias en la cama!), que su cuarto sea para jugar y su cama para contar cuentos durante el día. Y cuando los padres decidan dar el paso de que duerman en su cama, contarles y trasmitirles con seguridad y alegría que hoy dormirán allí. Acompañarlos y quedarse de ser necesario los primeros días. En los días siguientes, antes de que se duerman, decirles “mamá/papá ya viene, va al baño” (o cualquier otra excusa válida para desaparecer unos minutos…) y ¡volver! Ellos quedarán más tranquilos al verificar que es real lo que se les dice. Esas escapadas (pequeñas separaciones) se pueden hacer cada vez más espaciadas hasta ver que ya están prontos para quedarse, o ya se duermen solitos antes de regresar. No extender mucho este proceso y siempre acompañarlo con palabras. Y bueno… a veces habrá que tolerar algunas quejas, llantos o reclamos, lo importante es mostrarse seguro, trasmitirlo y ¡no ceder! Recordemos que este proceso, aunque sea trabajoso al comienzo, es por SU bienestar y adecuado desarrollo.
Permitirles dormir solitos es parte de la seguridad que necesitan, es reforzarlos a nivel emocional, es permitirles otro logro más: un alimento para su autoestima y una herramienta para su desarrollo de hoy en día y su futuro.
Por Federica Cash