Romina Vasconi es argentina pero vive por el mundo hace algunos años. En Buenos Aires trabajaba en IBM manejando las operaciones de la empresa en Latinoamérica, pero dos años después de casarse, se embarcó en una aventura que la llevó a vivir en varios lugares por el trabajo de su marido.
Primero desembarcaron en Houston, Estados Unidos, donde vivieron un año, y siguieron su periplo por Puerto Rico donde se instalaron dos años y medio. Hoy disfruta de nuestro país donde aparentemente echó raíces para quedarse, no solo porque aquí están creciendo sus hijas de 4 y 6 años, sino porque desarrolló su emprendimiento “Pausa”.
En marzo se inauguró este innovador espacio en el barrio de Carrasco, que conjuga variadas propuestas para niños y adultos. Para conocer este lugar y el proceso que Romina transitó para materializar su idea, conversamos con ella.
¿Qué es Pausa?
Pausa es un lugar donde convergen todas las cosas que he aprendido en estos años. En Buenos Aires trabajaba 14 horas por día así que cuando dejé todo para acompañar a mi marido tenía que hacer algo con mi tiempo. Así fue como comencé a hacer talleres para aprender todo lo que pudiera. A cada lugar que fui, aprendí, hice cursos de organización de eventos, de fotografía, de cerámica, de pintura al óleo, acuarela, también estudié profesorado de inglés y de yoga; pensaba que en algún momento todos esos conocimientos iban a servir para algo, y así fue.
Pausa no es ni un restaurante, ni un lugar para niños, ni un espacio para hacer talleres, Pausa es todo eso y mucho más. Empecé buscando un lugar hace un año que reuniera todas las opciones, donde se dictaran talleres, yoga, donde se ofreciera comida saludable, que sea también un lugar para niños y algo pensando para la madre que también es mujer. La maternidad tiene un costado solitario, por eso me gustaba la idea de crear un espacio que brinde contención, que no sea solo para niños donde haya comida chatarra y salgan con los pelos parados de la excitación. Sino un rincón que brinde calma y tranquilidad. También consideré a esa mujer que no es mamá, que pueda sentirse a gusto y en paz aun cuando haya chicos por la vuelta.
De alguna manera Pausa está vinculado a la educación, ¿cómo nace tu interés por este tema y cómo se ve en la propuesta?
Cuando llegué a Uruguay me empecé a interesar mucho en el tema y así fue como terminé trabajando como suplente en algunos centros educativos. No quería trabajar fijo en ningún lado porque sentía que no podía crear. Necesitaba tener un lugar donde los niños se sintieran libres de aprender y jugar a lo que quisieran. Empecé a buscar dónde podía hacer todo eso. El último año trabajé en un colegio de Solymar donde había huerta y yoga; allí me dieron libertad para enseñar. Pero como en otros centros, noté muchos problemas de hiperactividad en los niños, y me empecé a preguntar por qué. Creo que una de las claves está en la poca diversidad de hacer lo que a cada uno le gusta, la falta de flexibilidad. Hay chicos que son buenos para el arte, otros les gusta la lectura, a otros la música, etc.
En Pausa contamos con un espacio para niños en la planta alta de la casona. Allí se encuentran juguetes en madera, carpitas donde meterse, colchones para tirarse, biblioteca con libros, entre otras cosas. Es un lugar que invita a los chicos a bajar los decibeles, no hay nada que genere excitación. Tanto en la propuesta como en el mobiliario se aplica la metodología Montessori, auspiciando el juego creativo y la experimentación con materiales nobles. También en esa parte de la casa hay un espacio de arte libre, una zona exclusiva de bebés y se organizan diversos talleres que incluyen desde robótica y realidad virtual hasta carpintería, arte, caricatura y cocina.
Tampoco falta en Pausa el área de yoga, y hay una boutique donde se venden productos saludables de todo tipo y color. También, en el fondo del jardín, se encuentra una huerta que abastece la cocina del restaurante y se presta para hacer talleres.
¿Y cómo se da la llegada de la comida saludable a tu vida?
A raíz del yoga empecé a comer mucho mejor. Cuando daba clases llevaba a la escuela mi jugo verde, mi bowl de frutas con leche de almendras, mis frutos secos o brochette de frutas y los chicos intrigados me preguntaban si podían probar. Eso fue transformando sus hábitos y cuando hacíamos meriendas compartidas, las de mi clase eran todas saludables. Ahí me di cuenta que desde los chicos se puede cambiar toda la alimentación de la familia. Y así influir en todo, en el cuidado del medio ambiente, en la recolección de residuos, en el trabajo en la huerta, etc. En Pausa promovemos la vida saludable en todos sus aspectos.
Por Federica Cash