Hace tiempo no hago catarsis en este blog y esta mañana de domingo, entre tanto pensar un asunto que me desvela, decidí bajarlo a post a ver si termino más clara –agradezco su terapia-.
Me inquieta encontrar el punto justo para acompañar a mis hijas, darme cuenta hasta dónde mis decisiones deben ser pensando en ellas o en mí (si es cierto eso de que si la mamá está bien, ellos lo están), hasta dónde prevenir que se caigan en vez de dejarlas caer y que se lastimen un poquito para que aprendan; hasta dónde puedo impedir que sufran, que lloren, que duelan. Dónde está el límite entre protección y sobreprotección, entre enseñar desde nuestro saber sin limitar sus propias experiencias; cómo hacer que vean a su corta edad que lo que hoy duele lo agradecerán cuando crezcan. Me inquieta ser consciente que aunque haga mi mayor esfuerzo, igual siempre se me vayan a escapar cosas. Que aunque las mime con el alma, no hay vacuna contra algunos dolores de la vida; que tarde o temprano se caerán, las lastimarán, llorarán, tendrán algún problema que les estruje el corazón, que en algún momento de su vida no encontrarán sentido. La vida, siempre que no andemos entre algodones y nos animemos a experimentarla, trae eso: es ley.
Mi amigo Ale de Barbieri me dijo –en esta mañana de chat dominguero- que “criar es afectar”. Y me remitió al capítulo 5 de su libro “La vida en tus manos”. Comparto un fragmento que me pareció esencial:
“Los niños aprenden a discutir y resolver conflictos con el propio ejemplo de los padres, de cómo los padres discuten, se reconcilian, se ríen, se abrazan, juegan, trabajan y aman. Puede haber discusiones o tensiones, no se puede educar en una burbuja, pero si hay reconciliación, perdón, “disculpas”, se enseña con el ejemplo. Nuestros hijos nos están mirando, educamos desde este lenguaje no verbal también de nuestros gestos, no tenemos que estar tan pendientes de lo que decimos o no decimos.”
Ser ejemplo, de eso se trata. Ejemplo coherente entre lo que somos, lo que hacemos y lo que queremos ser (¿acaso no sería eso trabajar en nuestra mejor versión?). La maternidad, siempre que no andemos distraídas en otras cosas, nos lleva a revisarnos. A decir de Laura Gutman, a descubrir y amigarnos con nuestras “sombras”, con nuestros miedos, nuestras miserias, a observar lo que hicieron nuestros padres con nosotros, agradecerlo porque fue desde su amor, pero reconocer que de alguna forma nos afectaron y nos moldearon.
Si hay algo claro que descubrí desde el embarazo es que las cosas que más nos marcan en la vida solo SUCEDEN y tienen que ver con los aprendizajes que necesitamos. Podés llevar la vida más sana del mundo y aún así tener dificultades para quedar embarazada. Que quedes embarazada no depende 100% de ti, que tu embarazo salga bien no depende 100% de ti, que tu hijo nazca sano no depende 100% de ti. La vida nos excede; y en cada ecografía, cuando me confirmaban que todo iba bien, yo agradecía a la vida por esa gracia. En cada ecografía y en cada minuto pos nacimientos de mis hijas recuerdo sentir agradecimiento. Había dejado todo en la cancha, pero aun así, había una parte nada menor que no dependía de mi esfuerzo ni de mi planificación. No hay control para lo más importante de la vida; solo SUCEDE.
Amigarnos con nuestro ser imperfecto pero tener la intención y accionar para ser la mejor versión –imperfecta- en ese porcentaje que sí podemos “tomar en nuestras manos”, creo que de eso se trata ser buena madre. Cuidar la salud, prevenir accidentes innecesarios y brindar las herramientas que ayuden a que salgan fortalecidos tras los golpes inevitables sería la respuesta grande a esos interrogantes más existenciales o filosóficos de las nimiedades cotidianas. Pavada de cuestiones para un domingo temprano.
Por ahí iría la cosa. Sigo con el mate. Gracias por la escucha, por la terapia. Me pasan la cuenta cuando quieran.
Por Carolina Anastasiadis
Vos hacés terapia escribiendo y yo leyendo lo que escribís!
Con una hija de 3 años y otra en camino, no hay día que no me cuestione todo esto, así que gracias por la compañía!
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