Por María Fernanda Normey –mamá real y lectora del blog-
La maternidad te da una cachetada, te mueve la estantería, y te da vuelta las prioridades. Cambia el vínculo con tu pareja, con tus padres y hasta con tus suegros. Al menos al principio, pero eso es terreno de psicólogos.
Una de las cosas que cambió para mí fue el vínculo con mi trabajo. Desde chica me inculcaron que estudiar era lo primero, así que a mis tiernos 24 años ya había terminado la carrera.
Luego, dediqué varios años a mejorar en mi profesión, poniendo toda mi energía y dedicando largas horas a trabajar, adquirir experiencia y aprender en el camino.
Hasta que pasados los 30 empecé la búsqueda de algo más grande: los bebés. Los míos tardaron un poco, y con algo de ayuda de la medicina llegaron… y llegaron dos al mismo tiempo. ¡Bruta cachetada!
Con ellos me enfrenté a un nuevo trabajo, para el que no había estudiado, ni tenía experiencia pero siento que estaba preparada desde hacía mucho más años: el trabajo de ser mamá.
Y ahí empezó el desafío de encontrar el equilibrio entre esas dos partes de mí: la profesional y la mamá. Una búsqueda constante y casi eterna de esa combinación “perfecta” entre la maternidad y mi trabajo. Aunque ya sabemos que la perfección no existe, y que no hay una fórmula única para todos.
Al principio me fue muy difícil, cambié bruscamente mis horarios, buscaba llegar a casa temprano para estar con ellos, pero a su vez trataba de seguir estando disponible al teléfono o el mail, o sea, estaba allá y acá al mismo tiempo. No quería dejar mi trabajo, ni perderme cosas de ellos.
De a poco fui encontrando la manera, mi manera. Aprendí a delegar, tanto en el trabajo como en casa.
Ya pasaron 5 años, y todavía no sé si encontré el equilibrio, es cierto que ya no son bebés, son más independientes pero igual, obviamente sigo necesitando pasar tiempo con ellos. Hay días que me agotan y preferiría estar en la oficina, pero todavía me pasa que estando en la oficina siento que al no estar en casa me estoy perdiendo de algo.
Es que me gustan mis dos trabajos, el de la oficina y el de casa. Mi fórmula para poder disfrutar de ambos fue tener horarios, tiempos en los que estoy abocada 100% a uno de los dos, y formar equipos tanto en casa como en la oficina. Delegar, no querer hacer todo, aprendí que no se puede estar en todos lados.
Pero esta búsqueda, mi búsqueda, no es otra que la eterna búsqueda de la felicidad, la mía pero principalmente la de ellos. Mi búsqueda y trabajo personal hoy es encontrar la fórmula para ser una madre totalmente disponible pero sin perder mi esencia en el intento.