Hugo Soca cuenta en su libro Nuestras Recetas de Siempre que supo que iba a ser cocinero a los 11 años. Vivía en Pan de Azúcar, en el campo, y esa decisión le llegó mientras recorría en bicicleta el camino de pedregullo hasta la casa de su abuela Petrona, que lo esperaba para enseñarle a hacer “la torta de la abuela”.
Hablando con él por teléfono, en los comienzos de la cuarentena, le conté que estaba cocinando con mis hijas y él, alentándome como siempre, a pesar de mis pastrafrolas amateurs, me dijo: “¿sabés qué está bueno? Un día en la radio quiero hablar de los libros de recetas, es algo que pasa de generación a generación, lindo para hacer con los chicos”. Cuando corté el teléfono su frase me quedó resonando. A los pocos minutos empecé a buscar alguna libretita o cuaderno coqueto, de esos que los periodistas tenemos por doquier, para poder regalarle a Alfonsina, mi hija de 6 que ya escribe.
Hay pocos recuerdos de la infancia que se comparen con el olor a la casa de la abuela e incluso a la casa materna, algo que uno tanto extraña cuando se independiza y siente hambre de hogar.
En esta cuarentena, a raíz de ese comentario de Hugo y una cascada de recuerdos que me llegaron de mi abuela Norma en la cocina, le propuse a Alfonsina que armara un cuaderno de recetas con lo que veníamos cocinando en esos días, que era un montón. Me gustó la idea de que empezara a escribir las recetas –aun con faltas o letras desparejas- y que fuera algo que completara con el paso de los años, un poco como registro de momentos y de su crecimiento también. Me gustó pensar que era un gran legado, para que un día, cuando ya no viva en casa, lo abra en su propia cocina, cocine y el olor la lleve a esos momentos que cocinamos juntas. Un cuaderno de recetas al final es eso, recuerdo de placeres compartidos con personas que queremos y la posibilidad de recrear aromas y sensaciones las veces que queramos.
Con Alfo empezamos. Primero escribió su receta de brownie de chocolate que viene practicando desde hace tiempo y en la que se tiene fe porque cada vez que prueba uno dice que le quedó mejor que el anterior. La segunda receta se la regalé yo y es de la torta de mi abuela Norma, esa que todavía recuerdo por su olor a vainilla y que podría distinguir en una cata de mil torteras.
Pasamos la idea en esta cuarentena de tanto hogar. Y esperamos salgan varios libros de recetas, para que dentro de unos años, 10, 20, 30, cuando esto sea de verdad historia –y parte de la historia-, podamos recordar que más allá de lo difícil, algo rico nos dejó.
Por Carolina Anastasiadis
Creo que es una idea maravillosa que Alfo
comience «sus registros culinarios» de muy pequeña, que seguro, cuando sea grande le va recordar sus comienzos y primeras experiencias en la cocina, sino que además, lo hizo en el momento en «que el mundo se detuvo por un tiempo»….y de eso seguro nunca nadie se va a poder olvidar! Por lo que el momento, sin lugar a dudas, va a estar siempre en su recuerdo!
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Creo que es una idea maravillosa que Alfo
comience «sus registros culinarios» de muy pequeña, que seguro, cuando sea grande le va recordar sus comienzos y primeras experiencias en la cocina, sino que además, lo hizo en el momento en «que el mundo se detuvo por un tiempo»….y de eso seguro nunca nadie se va a poder olvidar! Por lo que el momento, sin lugar a dudas, va a estar siempre en su recuerdo!
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